Por Samuel Caraballo-López
El texto del domingo 25 de septiembre de 2016 lo encontramos en Lucas 16: 19-31, y es uno de esos pasajes bíblicos, exclusivos de Lucas, que no sabemos por qué están donde están. Lo primero que debemos aclarar es que esta compleja parábola del “rico y Lázaro”, no tiene nada que ver con la salvación o la vida después de la muerte. De hecho, la parábola lo que intenta es crear conciencia sobre el “más acá” y la incompatibilidad que existe entre el seguimiento a Jesús y el servicio a las riquezas.
Cornel West, el insigne intelectual afroamericano expresó en un discurso durante su visita a Puerto Rico, lo siguiente:
«La gratificación inmediata es un peligro porque el éxito se da en la medida en que te ajustas a la injusticia» (West 2013).
El servicio a las riquezas es una forma de esclavitud, a tal punto que se pierde la sensibilidad por el que sufre, y la injusticia se convierte en un estilo de vida. Observe que este hombre rico, que vestía con lo mejor de la moda oriental y comía “cada día banquetes con esplendidez”, no manifiesta ningún sentido de gratitud a Dios por lo recibido, y mucho menos, sentido de generosidad hacia los pobres de su pueblo, violando la ley de Moisés y rechazando el mensaje de los profetas.
Lázaro, prototipo de la pobreza y la marginalidad, y contrario a la parábola, no se salva por ser pobre o marginado y mucho menos por estar “echado a la puerta” del rico. Un pobre se salva cuando se encuentra con Jesús y su mensaje transformador, y se convierte en un agente de cambio para rechazar y confrontar todos los ídolos que reclaman hegemonía en nuestro mundo, sea el mercado, los bonistas, el diablo, los «demonios» y todo lo que provoca con intención la enfermedad y la miseria en los seres humanos.
Al mismo tiempo, los ricos no se condenan por tener dinero, sino por hacer del dinero su dios, y no reconocer el Señorío de Jesucristo, negándose a hacer con sus recursos más humana la vida del pobre y marginado. Esa es la enseñanza del Evangelio. ¡Muchas bendiciones!