De dónde me conoces? … “debajo de la higuera”, te vi.

Por Samuel Caraballo-López

INTRODUCCIÓN

El texto del 14 de enero de 2024, segundo domingo de epifanía, lo encontramos en el evangelio de Juan 1: 43-51. El texto del evangelio nos presenta en sus primeros dos (2) capítulos un esquema o secuencia de siete (7) días que parece evocar a la primera semana de la Creación que nos presenta el relato sacerdotal de Génesis (Génesis 1: 1-31). 

Este esquema se ve en los siguientes textos del evangelio a mencionar: Juan 1: 19, 29, 35, 43.  Observa la mención de los cuatro (4) días en dichos versos, y luego en Juan 2: 1, se habla de que habían pasado tres (3) días.  Si sumamos la totalidad de los días mencionados representan un lapso de siete (7) días, equivalentes a la semana de la Creación de Génesis. 

En este escrito nos concentraremos en el cuarto día de esa semana de la Creación a la que el evangelista evoca. Es durante este cuarto día que Jesús halla a Felipe y le invita a seguirle (1: 43); y éste a su vez encuentra y trae a Natanael ante Jesús.  La respuesta de Jesús a Natanael es tan convincente, que éste lo identifica como el Hijo de Dios, y el Rey de Israel (1: 49).  Este testimonio de fe de Natanael no se dio, sin la previa confrontación de Jesús a este representante de Israel.

NATANAEL, UN VERDADERO ISRAELITA

Natanael le dice: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que te llamara Felipe, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. (Juan 1: 48 BTX)

Ahora bien, ¿por qué Jesús en el evangelio de Juan vincula la «higuera» con Natanael?  Natanael es mencionado con su nombre griego (Bartolomé) tanto en los evangelios sinópticos  como en los Hechos de los apóstoles.   

Para contestar la pregunta sobre la relación de la “higuera” con Natanael en el evangelio de Juan, necesitamos entender  la simbología de este árbol en el mundo antiguo y especialmente en la cultura mediterránea.

La higuera es un árbol que ha estado conectado con toda la cultura e historia de esta región, y cuyos frutos han sido cultivados ancestralmente por sus habitantes.  La Biblia hebrea menciona la “higuera” como uno de los árboles del Edén, cuyas hojas sirvieron para cubrir la desnudez de la primera pareja (Génesis 3: 7).  Además, la “higuera” dentro de la cultura mesopotámica se le calificaba como el árbol del conocimiento, cuyos granos simbolizan la unidad y universalidad del conocimiento humano.

En el contexto mitológico de la cultura romana, Rómulo y Remo, fueron amamantados por una loba bajo la sombra de una “higuera”, cuyo árbol es definido por Cayo Plinio el Viejo (año 29 d. C) como el árbol sagrado de la vida. En el mundo helénico, que sirve de contexto para el evangelio de Juan, el higo es símbolo de honor y vigor, y por eso se entregaba a los atletas coronados en los Juegos Olímpicos.

Esta simbología sobre la higuera, común al mundo mediterráneo, nos arroja una pista para entender la declaración de Jesús a Natanael, y que producen su arrepentimiento y seguimiento de Jesús. A la luz del simbolismo cultural anterior, estar “debajo de la higuera” es vivir «eludiendo» la revelación Dios, protegido astutamente por el conocimiento humano y las tradiciones formadas por este.  Este escudo protector hace al corazón impermeable a la nueva revelación de Dios en su Hijo Jesús. La mejor demostración de esto es el diálogo de Felipe y Natanael en ese cuarto día:

Felipe halla a Natanael y le dice: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y los profetas: a Jesús, hijo de José, el de Nazaret.  Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?  Felipe le dice: Ven y ve. (Juan 1: 45-46)

Natanael rechazando a Jesús debajo de la higuera

EL CONOCIMIENTO (GNOSIS)  DE NATANAEL COMO TROPIEZO

La pregunta que provoca este escrito proviene de un personaje, que según el gran teólogo y biblista del siglo pasado, Rudolf Bultmann, representa todas las premisas equivocadas del conocimiento judío sobre la revelación de Dios. Yo añado, No solo del conocimiento judío, sino del conocimiento helenista también (1 Corintios 1:22-24).

Natanael es prototipo de esa forma de pensar que imagina lo divino como un fenómeno «constatable» al conocimiento humano. Para Natanael y lo que él representa, la revelación divina solo es creíble cuando se ajusta a los criterios de corroboración del conocimiento humano, es decir, lo que Dios es y hace está subordinado a los criterios de evaluación del razonar y experimentar humano. Dicho en lenguaje juanino, Natanael pretende que Jesús se acomode a sus términos y se ajuste a la soberanía de su conocimiento para entonces creerle y seguirle. — ¿De Nazaret puede salir algo bueno?

 Lo que no entendía aquel representante de Israel, y que Jesús llama un “verdadero israelita” (1: 47), era que había estado “debajo de la higuera” (1: 48), y que solamente cuando el ser humano se despoja de la seguridad de pensar que es capaz de controlar lo divino, es cuando comienza a entender:

Le respondió Natanael: ¡Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás. Y le dice: De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre el Hijo del Hombre (Juan 1: 40-51)

Mientras pensemos que podemos medir y juzgar el misterio divino con los recursos humanos e intelectuales que poseemos, dicho misterio estará vedado a nosotros. Esto explica el por qué gran parte de los humanos permanecemos a oscuras ante la revelación divina.  Cuando creemos que por nuestro saber entendemos, nada entendemos.

Lamentablemente, suele ocurrir que lo que no sabemos, ni entendemos del actuar divino, tendemos a “barnizarlo” con lenguaje estereotipado, para luego convertir nuestra ignorancia en narrativas mitológicas.  Eso fue exactamente lo mismo que hicieron los judíos contemporáneos de Jesús.

El mayor error que hoy cometemos como cristianos es tratar de explicar el misterio de la revelación del Hijo de Dios con lenguaje no adecuado. El evangelio de Juan nos demuestra que nuestro lenguaje y tradiciones no son suficientes para expresar un misterio tan grande como la encarnación del Hijo de Dios.  Intentar “explicar” a Jesús, que es la imagen visible del Dios invisible, con ciertas tradiciones judías o cristianas, resulta infructuoso.  De hecho, esta práctica limita nuestro discurso sobre Jesucristo, quitándonos coherencia y pertinencia en nuestra proclamación del evangelio en nuestro contexto.

¿CONSTATAR A DIOS CON MEDIOS HUMANOS?

Natanael es un personaje muy común en nuestras congregaciones; él, al igual que nosotros, pretende definir a Jesús a la luz todas las tradiciones y explicaciones humanas que conoce , para así sentirse seguro para creer en Él.  La verdadera intención no es creer en Jesús, sino creer que mi conocimiento provisto por la tradición y la cultura es seguro, dislocando así la intención redentora de la fe cristiana.

¿Qué ocurre cuando las acciones de Jesús no concuerdan con una antigua profecía veterotestamentaria sobre el Mesías? (vea Lucas 7: 18-23) Cuando esto ocurre lo constatable, que son mi conocimiento y tradiciones, niegan la novedad de la revelación de Dios:

 Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «Verdaderamente este es el profeta». 41 Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!». Pero otros objetaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea? 42 ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y que será de Belén, el pueblo de donde era David?» (Juan 7: 40-42 NVI).

Cuando Felipe se acerca a Natanael le hace una expresión que es medular dentro del evangelio de Juan: “Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y los profetas: a Jesús, hijo de José, el de Nazaret”.  Este testimonio sobre Jesús ya había sido dado por Juan el Bautista (Juan 1: 29-34), y constaba de cuatro (4) partes:

(a)  Él era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1: 29),

(b)  Sobre Él había descendido el Espíritu y permanecía (Juan 1: 32), 

(c)  Él bautiza con el Espíritu Santo (Juan 1: 33),

(d)  Este es el Hijo de Dios (Juan 1: 34)

JESUS TESTIFICA SOBRE SU DIVINIDAD CON SUS ACCIONES REDENTORAS

La pregunta obligada es ¿Cómo demuestra Jesús que es el Hijo de Dios? 

El evangelio de Juan, según Raymond Brown, se divide en dos partes:  El libro de los Signos (Juan 1: 19-12: 50 y el libro de la Gloria (Juan 13: 1-20: 31).  En la primera parte del evangelio, Juan pretende demostrar por medio de las acciones concretas o signos de Jesús que Él es el Hijo de Dios por testimonio propio.  Este testimonio se da por medio de sus obras milagrosas y que procedo a explicar:

Las siete señales

  • Jesús convierte el agua en vino (2:1-11).
  • Jesús purifica el templo (2:13-22).
  • Jesús sana al hijo de un noble (4:46-54).
  • Jesús sana a un paralítico (5:1-15).
  • Jesús alimenta a cinco mil personas (6:1-15).
  • Jesús sana a un ciego de nacimiento (9:1-41).
  • Jesús revive a Lázaro (11:1-44).

Jesús no afirma su divinidad por medio de las tradiciones judías, ni por el cumplimiento de profecías del pasado.  Solo Juan, el profeta que bautiza, da testimonio de su identidad y misión porque Dios se le había revelado (Juan 1: 33).  Ahora bien, son los signos realizados por Jesús los que “gritan” de su divinidad y mesianismo.

En el texto de hoy, Felipe, habiendo oído el testimonio del bautista, lo proclama a su compañero Natanael, representante de Israel, que se hallaba “debajo de la higuera”, y a pesar de que Jesús no cumple con los criterios que su tradición proponía, éste cree, y confiesa públicamente su fe.

En el mundo helenista, a quien va dirigido el evangelio de Juan, ya no es necesario el cumplimiento de las profecías y tradiciones de Israel, como corroboración del mesianismo y divinidad de Jesús.  Son sus signos, el testimonio de Juan, y la proclamación (kerygma) de sus discípulos que afirman su identidad como Hijo de Dios y Mesías.

CONCLUSIÓN

Estar “debajo de la higuera” es el mayor impedimento para aceptar por la fe el mensaje redentor de Dios por medio de su Hijo Jesús. Estar “debajo de la higuera” es estar bajo la jurisdicción de nuestro conocimiento y tradiciones humanas, juzgando todo lo que Dios está haciendo desde nuestra perspectiva limitada. Natanael, símbolo de Israel y de todo el mundo helenista, que se resistían al evangelio, por entender como “inadecuado” a Jesús de Nazaret.

Este Jesús no responde a los niveles de entendimiento, y a las expectativas humanas de Natanael, aquel «verdadero israelita» en quien «no había engaño”. Lo que no entendía Natanael, es que el Dios “elusivo” de su tradición religiosa, tiene formas no tradicionales, de cumplir sus propósitos para con la humanidad.

Hasta que Jesús no confronta a Natanael con sus propios prejuicios, producto del dominio del conocimiento humano en él, no hubo salvación ni vida eterna.  El conocimiento humano y las tradiciones que se derivan de este, entronado en el corazón, es el mayor obstáculo para experimentar el plan redentor de Dios en la persona de Jesús de Nazaret. Es cuando le creemos a Jesús el Hijo de Dios, echando a un lado nuestros propios ídolos, es que el cielo se abre para ver la grandeza de Dios en la faz de Jesucristo … “Verás el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre el Hijo del Hombre”. 

Solo pido a Dios, que el “Natanael” que está en mí, se rinda ante el Hijo de Dios y Rey de Israel para ver su «Gloria».  Amén

Bibliografía

Brown, Raymond E. El Evangelio según Juan (I-XII) (Trad. J. Valiente Malla). Madrid: Ediciones Cristiandad, 1999.

Bultmann, Rudolf. Teología del Nuevo Testamento. Traducción por Victor A. Martinez de Lapera. Salamanca: Ediciones Sígueme, 1981

Michael, J. Ramsey. The Gospel of John. Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 2010

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