La Piedra Principal del Aprendizaje … Apertura

Por Samuel Caraballo-López

El texto del 14 de abril de 2024, tercer domingo de resurrección, lo encontramos en el evangelio de Lucas 24: 36-48. Hay tres (3) conceptos presentes en la narrativa de la resurrección de Jesús en el evangelio de Lucas que llaman la atención.  Estos conceptos son los siguientes:   delirio, decepción e incredulidad.  En este escrito atenderé el tercer concepto que es la incredulidad de los discípulos frente a la realidad del Resucitado.

DISCÍPULOS INCRÉDULOS (Lucas 24: 36-48)

Aún cuando los once (11) habían escuchado a las mujeres que contaban sobre la resurrección de Jesús, y pensaban que deliraban (Lucas 24: 11), a los caminantes de Emaús y tampoco le creen (Lucas 24: 33-35), ahora están turbados, y confunden al  Resucitado que aparece con un fantasma (un espíritu) (Lucas 24: 37).  Los conceptos religiosos y culturales de su época no habían salido de sus cabezas, a pesar de haber vivido junto a Jesús cerca de tres (3) años.

El conocimiento previo de estos discípulos se había convertido en un obstáculo para aprender y comprender este nuevo acontecimiento. Es decir, la información que los discípulos tenían almacenada en su memoria debido a sus experiencias pasadas, bloqueaba el nuevo aprendizaje.

¿Qué realmente Jesús hizo en aquella tercera experiencia de encuentro como Resucitado?  Primero, Jesús les enseñó que la resurrección no era una metáfora, ni una leyenda y mucho menos un producto del delirio y la decepción. Jesus procede a probar la realidad de su resurrección de manera concreta:

  • “Ved [eidon] mis manos y mis pies” (verso 39a) … los espíritus y los fantasmas no sangran, el Resucitado si.
  • “ … palpadme [pselafao] y ved, pues un espíritu no tiene carne y huesos, como observáis [theoreo] que yo tengo.“ (verso 39b). Los espíritus y los fantasmas no pueden ser palpados, Jesús resucitado si.
  • – “¿Tenéis aquí algún alimento?” (verso 41-43). Los espíritus y los fantasmas no le da hambre, ni comen alimentos, Jesús si.

Es interesante observar que la incredulidad de los discípulos era producida por el conocimiento previamente asimilado a través de procesos de aprendizaje formal e informal.  Aun cuando Jesús, siendo un maestro excepcional, había estado con ellos durante tres años, e inclusive le había informado en tres ocasiones sobre lo que iba a acontecer (Mc. 8: 31; 9: 31; 10: 33-34); sin embargo, la fuerza de aquel conocimiento previo, religioso y cultural se había convertido en una «fortaleza» inexpugnable en sus cerebros.  Toda esa herencia religiosa y cultural se había convertido en conocimiento “tácito” en estos discípulos. ¿Cómo penetrar el “cinturón protector” de este conocimiento adquirido previamente por estos discípulos?

La conducta de Jesús resucitado arroja luz para contestar esta pregunta:

Pero como ellos, a causa del gozo y del asombro, aún no creían, les dijo: ¿Tenéis aquí algún alimento?  Ellos entonces le presentaron parte de un pez asado (y un panal de miel-RV 1960). Y tomándolo, lo comió delante de ellos y les dijo:  Estas son mis palabras, que os hablé estando aún con vosotros: que tenían que cumplirse todas las cosas que habían sido escritas acerca de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos.  Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras, (Lucas 24: 41-45).

Es la experiencia de la corporalidad real del Resucitado, la que abre los «cerrojos» del entendimiento de los discípulos.  Esto representa una clave hermenéutica para la fe cristiana, ahora el Evangelio se mira y se entiende a través del cuerpo resucitado de Jesús (1 Juan 4:2-3).  Es la aceptación de la resurrección corporal de Jesús el pivote que sostiene toda la predicación del evangelio del reino De Dios. Los discípulos experimentan la resurrección no por su propia lectura de las Escrituras, sino a través del reconocimiento del cuerpo vivo del que había sufrido a manos del imperio, y que ahora está resucitado.

Aun cuando habían escuchado que Jesús estaba vivo, tanto por el testimonio de las mujeres, como de los discípulos del camino de Emaús, su incredulidad y asombro perduraban (Lucas 24: 41). Al Jesús reconocer esto, toma la decisión de pedir a ellos comida. Observe que es cuando ellos le dan una pequeña parte de un pez asado (Tilapia) a Jesús y este lo come, surge su disposición para escuchar.  Solo cuando estamos dispuestos a aceptar la aportación de nuestros alumnos, aunque sea poca, sencilla y limitada, estos se sienten en la disposición de recibir la enseñanza de su maestro.

LA EDUCACIÓN PARA EL REINO DE DIOS

La educación para el reino, diferente a las disciplinas de la cultura, requiere apertura, tanto del maestro para aceptar lo que el discípulo tiene que ofrecer, como los alumnos para recibir lo  que el maestro tiene para compartir con ellos.  A esta relación entre el maestro y el discípulo la llamamos compañerismo de la mesa. El compañerismo de la mesa es una condición necesaria para reconocer la verdad del evangelio.  No es hasta que los discípulos sienten que su don es recibido por el Resucitado, que se abren para recibir su mensaje (Lucas 24: 44).  En el relato anterior (Lucas 24: 13-35) ocurre lo mismo, no es hasta que los discípulos de Emaús se sienten validados por el «Forastero» al aceptar su hospitalidad, que sus ojos se abren para reconocer al Resucitado (verso 31).

CONCLUSIÓN

Toda formación cristiana tiene como base y fundamento a la persona del Jesús encarnado, su obra expiatoria y su resurrección de entre los muertos. La totalidad de este contenido es el sustrato que forma nuestra vida cristiana, que tomado por el Maestro de la Iglesia, el Espíritu Santo (verso 45), nos hace discípulos de Jesús. Ahora bien, el aprendiz o discípulo necesita ser reconocido y validado como tal por aquel a quien ellos reconocen como su Maestro.

La narrativa del imperio romano y de los líderes de Jerusalén era que Jesús permanecía muerto (Mateo 28: 11-15).  Ahora la nueva y verdadera narrativa del Resucitado contrasta la mentira de los enemigos.  Es necesario que los que somos testigos de estas cosas la demos a conocer. Ahora los discípulos deben reconocer que no fue un “delirio” de las mujeres, y mucho menos una trama inventada sostenida en la “decepción” de los discípulos de Emaús. La resurrección corporal de Jesús fue un evento histórico.

Jesús nos invita en medio de la crisis de violencia postpandemia del mundo, que demos a conocer a todos la verdad de que Él venció la muerte producto de la violencia del imperio, y de su propio pueblo. La experiencia de recibir en su cuerpo la violencia sanguinaria como forma de acallar la voz de Dios en la historia, fracasó.  “Él es el Soberano de los reyes de la tierra” (Apoc. 1: 5), y la ira imperial no lo pudo mantener bajo tierra, ni pudo acallar el mensaje de las buenas nuevas del evangelio.  Fue en su debilidad humana que venció los principados y potestades, representados por las estructuras hegemónicas de su tiempo, y esa Victoria es confirmada por su resurrección.

Ahora debemos mirar la vida a través del cuerpo resucitado de Jesús, como forma de vencer la intimidación, la subestimación y la incredulidad, armas utilizadas por las fuerzas del mal para impedir que el evangelio avance en esta tierra.  

Ahora bien, para aquellos que se encuentran en el centro de poder por los privilegios que le ofrece este sistema, estos textos son una “advertencia” y una “incitación”.

La “advertencia” está en entender que estos “privilegios” afirmados por la cultura dominante nos pueden traer dificultades para “escuchar y entender” las buenas nuevas del Resucitado. El tener ventajas sociales, políticas, religiosas, económicas e inclusive físicas, son realmente una “desventaja” para entender el evangelio. 

Son nuestras comodidades y privilegios que se convierten en nuestro mayor tropiezo para comprender, vivir y servir al Resucitado.  Son estos privilegios que, en ocasiones, nos hacen menospreciar a los más humildes, los más pobres, los más viejos, llamándoles ignorantes, anacrónicos y fundamentalistas, creyendo que no tenemos «nada» que recibir de ellos.  Lamentablemente, cuando se hace esto nos «distanciamos» del cuerpo maltratado y vejado de Jesús. ¡Cuántos de mis lectores se han alejado sin saberlo del cuerpo de Cristo!

Este texto es una “incitación” a que veamos a cada uno de estos “mas” pequeñitos como compañeros del ministerio, y coherederos juntamente con Cristo de todas las promesas de Dios, y nos abramos a recibir la ministración de sus dones (1 Pedro 4: 10). Cuando así lo hagamos, y solo entonces, podremos ver y experimentar junto a ellos el poder del resucitado transformando nuestras vidas y nuestro mundo.” Muchas bendiciones

Bibliografía

Brown, Raymond E., Joseph A. Fiztmyer, y Roland E. Murphy, eds. «Evangelio según Lucas.» Comentario Bíblico San Jerónimo, Tomo III.  Traducción y comentarios Dionisio Mínguez. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987: 295-420.

Fiztmyer, Joseph A. Evangelio según Lucas. Traducción y comentarios, Tomo III. Traducción de Dionisio Mínguez. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987.

Green, Joel B. The Gospel of Luke. Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1997.

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