Jesús y Pilato … contraste de los poderes

Por Samuel Caraballo-López 

… y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con Su sangre, e hizo de nosotros un reino, sacerdotes para Dios, Su Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén (Apocalipsis 1: 5-6, NBLA).

INTRODUCCION

El texto para el 29 de marzo de 2024, Viernes Santo, lo encontramos en el evangelio de Juan 18: 28–19: 30.

La narrativa del juicio de Jesús ante Pilato (Juan 18: 28-19:4), levanta muchas preguntas sobre la naturaleza y misión del Mesías, y sobre la negligente gestión de un dirigente gubernamental. El cargo de pretender ser rey de los judíos es central en el juicio que se celebra ante Pilato.

La acusación de «seditiosus» contra Jesús se configuró a partir de la confesión de que él era el “Rey de los Judíos” y sobretodo de las repercusiones políticas y prácticas que se derivan de dicha situación.

En el imperio romano y sus territorios nadie podía atribuirse el titulo de rey, ni de ninguna dignidad menor como gobernador, prefecto, tribuno, etc, sin el expreso consentimiento y nombramiento del emperador. Constituía un grave acto de sedición atribuirse la máxima autoridad política en una tierra que habia sido conquistada por Roma.

La cuestión se agravaba ante el hecho de que en Judea, en el momento del famoso juicio, ya no había rey, sino tan solo una autoridad disminuida designada por el emperador Tiberio que recaía en Pilato, el procurador romano (26-36 d. C). Si Pilato lograba probar que Jesús pretendía derrocar el Imperio romano en Judea, se le aplicaría la pena de muerte.

JESUS ANTE PILATO … MIDIENDO FUERZAS

Jesús no responde directamente a la pregunta insistente de Pilato, el procurador romano, sobre su intención de ser rey:

Entonces Pilato volvió a entrar en su residencia y pidió que le trajeran a Jesús. –¿Eres tú el rey de los judíos?–le preguntó (Juan 18: 33)

Jesús se resiste a aceptar los cargos de pretender ser rey de los judíos como Pilato insinúa. Jesús claramente reconoce su realeza pero no bajo las mismas premisas y circunstancias de los gobernantes de este viejo orden:

Jesús contestó: –Mi reino no es un reino terrenal. Si lo fuera, mis seguidores lucharían para impedir que yo sea entregado a los líderes judíos; pero mi reino no es de este mundo (Juan 18: 36).

Pilato acepta como un sí a su pregunta básica sobre las pretensiones de Jesús, porque el no conocía otra forma de ejercer el poder y la autoridad, excepto como Roma lo hacía. Así que la base de su decisión estará en este entendimiento. De hecho, Jesús es rey, pero no como los reyes de esta tierra que ejercen domino sobre sus súbditos, y se enriquecen del trabajo y recursos de su pueblo. Jesus es rey por su servicio y su entrega a favor de la humanidad.

PILATO Y SU RELACION CON EL PUEBLO JUDIO

Aunque los cargos contra Jesús carecían de evidencia fáctica, Pilato, siguió adelante con el proceso judicial, aprovechando la oportunidad para saldar viejas cuentas con los líderes judíos de Jerusalem. Los encontronazos entre Pilato y el liderato judío habian sido numerosos. Según Josefo [1], Pilato se caracterizó por su violencia, robos, asaltos a la gente, conducta abusiva, ejecuciones frecuentes de prisioneros sin previo juicio. Era feroz y salvaje y gozaba del repudio de los religiosos de Judea.

Josefo, el historiador judío, informa la desafiante conducta de Pilato, que sin preocuparse por los sentimientos religiosos judí­os introdujo estandartes en Jerusalén que portaban el retrato de Tiberio. Los judíos resintieron esta acción y marcharon hacia Cesarea en grandes multitudes para protestar contra tales ofensas. Pilato les permitió reunirse en el hipódromo que tení­a lugar para veinte mil personas. Aunque sus soldados rodearon a la multitud y desenvainaron sus espadas para intimidarlos (ante lo cual la gente atrevidamente mostraba sus cuellos), Pilato fue forzado a ceder a la presión de esta demostración y a retirar los estandartes.

Los estilos opresivos y rapaces de Pilato se manifestaron cuando se apropió indebidamente del dinero de las ofrendas del templo para edificar «diz que» un acueducto hasta Jerusalén desde las fuentes ubicadas al sur de Belén. Cuando los judí­os protestaron por este abuso del tesoro del templo, Pilato hizo que los soldados los apalearan hasta darles muerte.

LAS ESTRATEGIAS DE PILATO (Juan 18: 31-19: 3)

Pilato entendía que aquel era un buen momento para demostrar quien tenía la autoridad y el control de aquel lugar. Los judíos le habian servido en «bandeja de plata» aquella oportunidad en la que Pilato pretendía ridiculizar y humillar a aquel liderato judío que tanto problemas le habian causado a Roma. Miremos las estrategias de Pilato para evadir su responsabilidad de impartir justicia, y aún más, para pisotear el orgullo de Israel como nación.

En primer lugar, Pilato trato de zafarse del caso (Juan 18: 31), hasta que se dio cuenta que la acusación era muy útil para sus propósitos (Juan 18: 33). La realidad es que los líderes judíos acudían a Pilato, el procurador romano, porque los romanos les habían privado de su «derecho divino» a ejecutar la pena capital cuando fuese necesario (Juan 18: 31b). El imperio romano se concebía a sí mismo como el que poseía el «ius divinum» [2] para dirigir el mundo. Ellos habian sido designados y autorizados por los dioses para mantener el orden, ejecutar sus juicios y ser los benefactores del mundo.

En segundo lugar, cuando Pilato descubre que con el interrogatorio de Jesús no lograría nada, (Juan 18: 38b), aprovecha para intercambiar al «rey de los judíos» por otro preso (Juan 18: 39), y fracasa. Pilato no necesitaba libertar un preso a cambio de otro, dado que él tenía la autoridad para decidir sin ser cuestionado. Sin embargo, la astucia de los líderes de Jerusalén se impuso sobre la autoridad que el decía tener. Para el político Pilato no era cuestión de justicia, sino de lo que era más convienente para mantener su poder.

En tercer lugar, al no tener éxito en su estrategia de fastidiar a los judíos con las expresiones continuas de referirse a Jesús como «rey de los judíos» (Juan 18: 40), trató de satisfacer su deseo de venganza  para con los judíos, azotando y ridiculizando a su rey Jesús:

Entonces Pilato mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo. Los soldados armaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto púrpura. «¡Viva el rey de los judíos!», se burlaban de él mientras lo abofeteaban (Juan 19: 1-3).

JESÚS Y EL PROCURADOR ROMANO, PILATO: EL CONTRASTE (Juan 19: 4-20)

Hubo un momento en que parece que Pilato recobra cierta reverencia por la vida de Jesús:

Los líderes judíos respondieron: —Según nuestra ley, debe morir porque afirmó que era el Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó eso, tuvo más miedo que nunca (Juan 19: 7-8).

Ese temor reverente que siente Pilato, parecía que lo haría asumir una posición firme como líder romano, sin embargo la fuerte oposición del liderato judío, y la utilización por parte de los judíos de otra clase de miedo (Juan 19: 12), lo persuaden a acallar su conciencia y su sensibilidad espiritual, y volver a su estilo vengativo:

Y Pilato dijo al pueblo:[a] «¡Miren, aquí tienen a su rey!».15 «¡Llévatelo! ¡Llévatelo!—gritaban—. ¡Crucifícalo!».

—¿Cómo dicen? ¿Qué yo crucifique a su rey?—preguntó Pilato.

—No tenemos otro rey más que el César—le contestaron a gritos los principales sacerdotes. 16 Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran (Juan 19: 14-16).

La gran ironía es que Pilato utiliza su propio poder para declarar a Jesús rey de los judios:

Y Pilato colocó un letrero sobre la cruz que decía: «Jesus de Nazaret, el Rey de los judíos.» … y el letrero estaba escrito en hebreo, en latín y en griego, para que muchos pudieran leerlo (Juan 19: 19-20)

Es en la cruz donde se ve el reinado de Jesús, es ahí donde su reinado se hace público. Ciertamente Jesús es rey de los judios a pesar de las protestas de los líderes de Israel. Es la cruz del calvario el trono desde el cual Jesús reina de forma redentora, y de hecho la cruz demuestra claramente que su reinado no es de este mundo.

Los gobernantes de la tierra, de los cuales Pilato es prototipo, obtienen su reinado mediante batallas, luchas, engaños y en ocasiones a través de la diplomacia. Jesús adquiere su identidad de rey por derecho propio, «El fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2: 8).

Finalmente, Pilato fue un fracaso como procurador y administrador de Judea.  Aunque sabía lo que era justo y correcto, y tenía la autoridad para hacerlo, aprovecho la oportunidad para dar rienda suelta a su venganza personal en lugar de hacer lo que era correcto en derecho. Su afán de poder y espíritu revanchista era más importante que sus convicciones.  En el año 35 d. C. la historia le pasó factura a sus incongruencias.

CONCLUSIÓN

Hay algunas verdades que no podemos olvidar sobre el reinado de Jesús. Primero, el reino de Jesús no es de este mundo. El reino de Dios proclamado por Jesús consiste en traer el gobierno divino a todos los ámbitos de la vida humana. Los principios del reino de Dios que son la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu deben hacerse presentes en todas las instancias de la vida de un seguidor de Jesús.

Segundo, el reinado de Jesús se distingue porque aquellos que se convierten en sus súbditos son testigos de la verdad. Contrario a los reinos humanos, representado por los líderes judíos y Pilato cuyo distintivo es la mentira y el engaño, el distintivo de Jesús es la verdad (Juan 14:6). Tanto para Pilato como para los judíos la mentira se convierte en la bandera que distingue su lucha … «el fin justifica los medios». Para Jesús, el «testigo de la verdad», los medios son el fin.

Tercero, el reinado de Jesús tiene una dimensión escatológica que no podemos ignorar. Su reino se hizo público en su sacrificio en la cruz; sin embargo, ese reino que ya está entre nosotros, tiene una dimensión futura. El murió, resucitó, ascendió a los cielos, y nos envió al Espíritu Santo en Pentecostés, pero su reino se hará completo “cuando sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies” (Hebreos 10:13).

Todavía esperamos la plenitud del reino de Jesús, y a Jesús viniendo con todo poder y gloria. Sin embargo, mientras esperamos podemos por medio de la fe hacer que los principios del reinado de Jesús se establezcan en nuestras vidas. Abramos el corazon para que entre el rey de Gloria, el soberano de los reyes de la tierra, es decir Jesús el fuerte y valiente, el testigo de la verdad que venció en la cruz. Muchas bendiciones.

Notas:

[1] Vea, Josefo, Antigüedades XVIII, iii.; 2; Guerras, II, ix. 4.

[2] «ius divinum»: Una expresión en latín que significa el derecho revelado por los dioses, que regula las relaciones de los hombres con la divinidad.

Bibliografía

Brown, Raymond E.  Introducción al Nuevo Testamento. Cuestiones preliminares, evangelios y obras conexas. Traduccion de Antonio Piñero. Madrid: Editorial TROTTA, 2002.

Flavio Josefo. Las Guerras de los Judíos, Tomo I y II.  Barcelona: Libros CLIE, 1989

Flavio Josefo. Antiguedades de los judíos, Libro XVIII. Accesado el 19 de noviembre de 2021 en http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/las_antigue.pdf

Morris, Leon. El evangelio de Juan, Vol. II. Traducción Dorcas González Bataller. Barcelona: Editorial CLIE, 2005.

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