Marchando hacia el Cumplimiento del Propósito de Dios en mí

Por Samuel Caraballo-López

INTRODUCCIÓN

“El arranque es la clave”

Es muy común que al finalizar un año las personas quieran establecer metas para los nuevos tiempos que se aproximan. El primer paso para el establecimiento de una meta es estar confiado que esta armonice con la misión y visión que previamente se ha adoptado.  Los hombres y mujeres de Dios ante de emprender proyectos específicos recibieron un llamado o una misión que establecerá la tónica de todas sus metas (Vea Nehemías , Moisés—Éxodo 3: 1-22; Jeremías 1:1-10; Isaías 6:1-10; Pablo—Hechos 9: 1-18). 

No es tener metas por cuestión de moda, sino que estas sean congruentes con la misión recibida y la visión establecida como primer paso para alcanzarlas. Es, por lo tanto, necesario que antes que hablemos de marchar hacia el cumplimiento de nuestras metas, que hablemos de cuál es la misión De Dios para nuestras vidas.

DESARROLLO  

A.  ¿QUÉ ES LA MISIÓN?

Cuando hablamos de misión nos referimos a los fines o propósitos específicos para los cuales hemos sido creados por Dios. Estos fines son mostrados por Dios a cada uno de nosotros de diferentes maneras. Normalmente la misión o llamado se concreta en una vocación, que expresa el acto de amor de Dios para su Creación en forma activa. La vocación es por tanto, la manifestación de la voluntad de Dios para su Creación a través de los seres humanos.

Es importante clarificar que la vocación no es cuestión de realización propia en el sentido de la psicología popular, se trata más bien de oír la voz de Dios que nos comparte su voluntad y propósitos, y por medio de la gracia, y los recursos humanos recibidos, llevarla a cabo en nuestro contexto. No es que Dios nos llame a ejercer una profesión, la vocación es algo más alto que los niveles de entendimiento o roles que establece nuestra sociedad. De hecho, no hay profesiones que sean santificadas, solo mediante la gracia de Dios y la obediencia del que sirve, hacemos que nuestras acciones sean redentoras.

La misión es el fin al cual se dirige la vocación que seguimos y realizamos.

La vocación no equivale a escoger una profesión; en cambio es el reconocimiento de la voluntad de Dios en nuestra vida, que nos dirige hacia una labor de servicio. La vocación es el reconocimiento de que Dios se adueña de nuestra vida y nos llama a participar en la transformación constante del mundo, y la propia a la luz de los valores del reino de Dios, que ya se ha iniciado y pronto será consumado (Apoc. 21: 1-2).

Existen algunas premisas “equivocadas” sobre la misión de Dios para la persona. Según Laurie Beth Jones, en su libro The Path: Creating Your Mission Statement for Work and for Life (1996, Páginas 9-22), hay al menos once (11) premisas distorsionadas sobre la misión y la vocación, a mencionar:

(1) «Mi trabajo es mi misión.” 

Mi trabajo puede ser parte de mi misión, pero NO es necesariamente mi misión. Cuando creemos esta premisa, al retirarnos de nuestros trabajos pensamos que ha terminado nuestra misión en la vida, y podemos sumergimos en una depresión post-retiro (Esto les pasa mucho a los líderes religiosos). El líder religioso tiene que entender que en sus tareas ministeriales se combina la misión y la profesión. Hay labores ministeriales que son principalmente profesionales, es decir, que las tiene que ejercer cualquier persona que trabaja. Cuando el pastor se retira, concluye su labor profesional, pero su misión continúa, aunque requiere ser reenfocada.

(2) “Mis roles son mi misión”.

Ser esposo, esposa, madre, padre, hijo, hija, etc., son roles inherentes a mi naturaleza y vida en una comunidad.  Si creemos que nuestros roles son nuestra misión entonces cuando dejamos de ejercer alguno de estos roles pensamos que todo ha terminado.

Un ejemplo muy común de esto es cuando los hijos se van de la familia y viene el “síndrome del nido vacío” donde la vida se confunde y pueden disolverse relaciones que debían ser permanentes.

(3) “Lo que tengo que hacer determina mi vocación”

Si esto fuese cierto, entonces son las situaciones, circunstancias o necesidades, tanto de otros como las propias determinan mi misión en la vida y No Dios. 

Siempre la misión viene de Dios, Él la «inventa» y la comparte con el ser humano. Nosotros solamente la recibimos o captamos para ejercerla dentro de ciertas circunstancias particulares, en la Gracia y poder que Dios da (1Corintios 15: 9-11; Hechos 9:1-6; 15-18; Hechos 16: 6-10). La circunstancias o necesidades no determinan la misión, aunque la pueden confirmar y delimitar.

(4) “Yo NO estoy llevando mi misión a cabo, para esto tengo que dejar mi trabajo”

Contrario a esto, la mayoría de las personas están llevando a cabo su misión de diversas maneras, muchas veces inconscientemente. Se hace necesario que los líderes eclesiales ayuden a sus constituyentes a que se hagan conscientes de esto, para que a su vez sean más intencionales en sus acciones relacionadas a su misión. Un buen ejemplo de esta verdad la encontramos en el líder hebreo Moisés. Dios le hace consciente que el lugar donde se encuentra es Santo y que requeriría quitar el calzado de sus pies (Éxodo 3: 5). Es decir, cuando te haces consciente de tu misión y comienzas a llevarla a cabo en el lugar en que te encuentres de forma deliberada, tus acciones tendrán mayor efectividad.

(5) “Yo NO soy lo suficientemente importante para tener una misión o llamado”

El apóstol Pablo maneja esta situación en su ministerio.  Él nos dice:

Y al último de todos, como a un abortivo, apareció también a mí, que soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios (1 Corintios 15: 8-9 BTX). 

Pablo tenía una misión clara de parte de Dios y comunicada por el profeta Ananías (vea Hechos 9: 14). Todo en la vida tiene una misión establecida por Dios para el Bien Común de la creación. El ser humano por ser imagen de Dios también la tiene de manera más definida y dinámica.

(6) “Mi misión es una excepcional y una que ayude a grandes masas de gentes”

Todas las cosas grandes se componen de pequeñas cosas. Nuestro papel o rol en la vida puede ser, desde el punto de vista humano, insignificante, pero para Dios es una labor necesaria. El siguiente relato nos ilustra lo importante de las cosas pequeñas:

 Por el dolor de una uña no me pude poner zapatos, por no poder ponerme

zapatos no pude montar el caballo, por no poder montar al caballo no pude

dirigir la batalla y esta se perdió (Anónimo).

Es posible  que mi misión este relacionada con cosas insignificantes como atender o ser una uña dentro del cuerpo de Cristo, pero esta labor es imprescindible para el buen funcionamiento de todo el sistema y para el logro de la misión de Dios.

(7) “La misión debe estar llena de sufrimiento para que sea de Dios”

Toda misión encomendada al ser humano “parea” con las características particulares que Dios le ha dado. El nos ha dado: talentos, dones espirituales, habilidades, capacidad de aprender, etc., recursos necesarios para llevar a cabo la misión. Lo que se requiere de mi es madurez y obediencia para ejercer dicha misión. Los resultados dichas acciones son manifestaciones de la Gracia de Dios (1Cor. 3: 5-7).

Es importante no seguir ni permitir el establecimiento de estereotipos que presagien sufrimientos que no están considerados como parte de la misión. Por ejemplo, hay la idea de que los “verdaderos” pastores son gente sufrida y triste. Es necesario tener cuidado de no proyectar imágenes de sufrimiento (síndrome de martirio) para sacar ventaja de los demás. Eso es una especie de “narcisismo ministerial.”

(8) “Mi misión es la misma que los demás compañeros de profesión”

Siempre la misión es única. Dios nos ha creado para llenar esa misión particular que Él ha establecido. Puede haber misiones parecidas y complementarias, pero nunca serán iguales en su ejecución porque cada misión tiene la talla particular del que la ejerce. Cada misión tiene su nicho. La misión no es algo que alguien me impone, sino algo que yo recibo de Dios en Jesucristo. Lo más que puedo hacer es captar dicha misión, recibirla y ejercerla con obediencia y gozo (1 Pedro 4:10-11).

Hay que estar alerta para evitar la “imposición” de misiones. Los que somos líderes, padres o pastores, debemos ser cuidadosos de no utilizar nuestra influencia para imponer vocaciones de acuerdo con nuestros “anhelos frustrados”, que no son congruentes con las características personales del afectado. Muchas veces las estructuras eclesiásticas pueden imponer vocaciones religiosas para ellas “subsistir”, sin pensar en que la misión personal es prerrogativa divina.

En ocasiones, y sin malas intenciones, las congregaciones imponen vocaciones a la juventud, olvidando que la “multiforme” Gracia de Dios se expresa en diversidad de dones, operaciones y ministerios. Cuando sobreestimamos unos ministerios sobre otros, podemos inconscientemente, dirigir a los creyentes a preferir estos sobre otros igualmente necesarios en la iglesia.

(9) “Lo que estoy haciendo es muy cercano a lo que realmente es mi misión”

Esto puede ser un gran engaño para no buscar en Dios mi verdadera mi misión, y así encaminar mi vocación.. Cuando finalice la labor “parecida” a mi misión me quedará un enorme vacío existencial que me deprimirá. ¡Cuán triste es esta situación!

(10) “La Geografía (lugar donde me crié o vivo) determina mi misión”

–“Dado que nací en Puerto Rico, es aquí donde Dios me quiere”–. Esta es una gran excusa que, inclusive han utilizado muchos para no cumplir con la misión encomendada. En mi Iglesia madre, hay pastores y líderes que no quieren salir de la región donde se criaron para ejercer el ministerio, y luego se excusan para no hacerlo diciendo que es allí donde Dios los quiere.

Es necesario que entendamos que Jesucristo nos llama al mundo, sin estacionarnos obligatoriamente en nuestro lugar de origen. La geografía no debe imponerte barreras y condiciones para la realización de la misión De Dios en tu vida.

(11) “La vida es un azar.  Aún yo mismo soy un accidente.”

Muchas personas toman los textos fuera de contexto.  Es importante entender que aunque los resultados son del Señor (1 Corintios 3: 6), no olvidemos que Pablo plantó y Apolo regó.  Inclusive en ese mismo pasaje hay una alerta sobre cómo estamos edificando sobre el fundamento que es Jesucristo.

El hecho de que los resultados son un acto de Gracia divina, esto no nos quita la responsabilidad de ser diligentes en lo que nos toca hacer como colaboradores de la misión de Jesucristo. Todo en la vida requiere planificación, organización y coordinación para poder lograr la manifestación de esa Gracia divina que produce resultados. La Gracia divina se manifiesta por medio de nosotros (1 Pedro 4:10-11). El apóstol Pablo nos recuerda que cada uno recibirá su recompensa “conforme al nivel de dedicación a la labor encomendada.” (1 Corintios 3: 8).

B. ¿QUÉ ES LA VISIÓN?

Es lo que queremos alcanzar dentro de la misión.  La visión mira a los resultados que hemos de alcanzar.  Es un retrato de cómo el paisaje lucirá luego de haber trabajado en este.  La visión es el ideal ha alcanzar dentro de la misión recibida. Aunque la visión es temporal y circunstancial, es la fuerza que te sostiene cuando tu misión parece difícil de proseguir.

Preguntas para establecer una Visión personal:

  1. ¿Quién está haciendo una labor que yo desearía poder hacer?
  2. Describe como debe ser tu vida de trabajo
  3. Si te quedase solo 6 meses de vida, ¿cómo te gustaría lucir?
  4. Describe en detalle el lugar de tu trabajo ideal
  5. Describe en detalles tu día de trabajo ideal
  6. Describe cuál sería el compañero de trabajo ideal
  7. Si el dinero no fuera el factor, ¿qué estarías haciendo con tu vida?
  8. Imagínate un lunes en la mañana del 2024: ¿Dónde estas tú?¿Qué estas haciendo? ¿A quién estas viendo? ¿Cómo estas vestido? ¿A quién irías a ver? ¿Dónde almorzarías?
  1. Pensemos que eres un anciano ya retirado y un niño de la escuela te preguntase: ¿De qué es lo más orgulloso que te sientes en la vida? ¿Cuál será tu respuesta?
  2. ¿Cómo resultado de haber vivido, que tres (3) cosas tu cambiarías o alterarías en el mundo?

Las contestaciones sinceras a estas preguntas te pueden ayudar a escribir una declaración de visión para tu vida.

C.  ¿QUÉ SON LAS METAS?: 

Son los proyectos concretos que corresponden a la visión establecida.  Esto proyectos son los que permiten el alcance de la misión en un tiempo determinado.  Esta es el área práctica del proceso.  La meta es el «pico sobre el agua» de la gran montaña sumergida en el mar.  En las metas es que se expresa la misión y visión personal u organizacional.  Es en esta parte donde se le pone “patitas” a la teoría y se combina el esfuerzo humano y el actuar del Espíritu.

D. REFLEXIÓN

Permíteme mencionar algunos pasajes bíblicos en la que se integran los tres (3) aspectos discutidos en este escrito: la misión, visión y las metas.

En estos pasajes se nos invita a considerar tres (3) asuntos de importancia para todo ser humano, que iremos mencionando a medida que estudiamos los mismos.

El primer caso lo encontramos en el relato del libro de Ester (4: 9-17) en la Biblia hebrea.

  • El primer asunto de importancia es el tiempo y la relación de este con el llamado o misión del creyente. Mardoqueo llama a Ester para que interceda ante el Rey Asuero, dado el decreto real que sumerge a los judíos a una muerte segura a manos de las turbas del Imperio Persa, planificado por Ammán. Ester entiende, de primera instancia, que ese no es el tiempo adecuado para esto. La respuesta de Mardoqueo es impactante:

¿Y quién sabe si para esta hora (de dificultad) has llegado al Reino? (Ester 4:14)

Este pasaje nos invita a atender el tiempo divino (Kairos) y responder de acuerdo con lo que Dios está haciendo en un momento dado. No responder a nuestra misión en el momento oportuno nos puede confinar en un callejón sin salida, donde nuestras oportunidades ministeriales se reduzcan al mínimo. Ester estaba en lugar donde estaba con una misión que Dios había revelado a Mardoqueo: Su misión era salvar a su pueblo judío. La meta inmediata era hacer que el Rey revirtiera su decisión sobre el pueblo judío. Si no lograba esto los días estaban contados para su pueblo y ella misma. La respuesta oportuna de Ester salva a su pueblo y a ella misma (Ester 7: 9-10; 8: 7-11).

El segundo asunto de importancia es a reconocer los dones que Dios ha aportado a nuestra vida. En la 1 Carta de Pedro 4: 10-11, hay una invitación, como peregrinos de la historia, a que reconozcamos los recursos que tenemos y hemos recibido de Dios de manera diligente, utilizándolos para el servicio de toda la creación en un marco de santidad y fidelidad, sin olvidar que estos son para glorificar a Dios.

El burro

Y finalmente el tercer asunto de importancia lo encontramos en Filipenses 3: 12-14 y 2 Timoteo 4: 18, y consiste en entender quiénes somos en Dios. Somos seres humanos con fragilidad e incogruencias que hemos sido llamados para ejercer una misión (aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús—vea Hechos 9:15-16). 

En esta combinación de relatos bíblicos se nos llama a considerar los tiempos, dones y llamado divino para el ejercicio de nuestra misión. Esta misión es continua, y se hace necesario reenfocarse para ejercerla efectivamente en diferentes escenarios y tiempos en que nos encontremos. El apóstol en su situación de prisión entiende que él tiene que proseguir su meta propuesta por Dios. Las circunstancias y los tiempos nos hacen revisar nuestras metas para re-articularlas, pero nunca detenernos en el cumplimiento de la misión encomendada por Dios.

Es por lo tanto necesario articular nuestra misión antes de establecer nuestras metas.  Las metas pueden y deben sufrir cambios en el camino, pero siempre enfocadas en la misión encomendada. La visión es nuestro sueño futuro dentro de la misión y que nos orienta en el establecimiento de metas adecuadas.

CONCLUSIÓN

Los textos anteriores nos sugieran dos (2) factores a considerar en nuestra vida:

Primero, la importancia de leer y entender los tiempos, las etapas de la vida en que nos encontramos y las circunstancias que nos rodean, de tal modo que podamos responder en una forma pertinente al llamado o misión que nos ha sido legada por Dios. Por tanto, los relatos bíblicos nos invitan a entender que las circunstancias particulares del ministerio o del lugar donde se ejerce el ministerio reclaman una acción pertinente de nuestra parte. 

La misión se “encarna” en un tiempo y espacio particular y el cumplimiento a esta misión responde a dicha particularidad.  Los textos nos desafían a examinar nuestra realidad tanto personal, como contextual.  Las siguientes preguntas nos pueden ayudar a considerar el tiempo y el espacio al establecer metas personales: ¿En qué etapa de mi vida estoy? ¿Cuáles son los retos más significativos de este momento histórico y de este contexto geográfico?

En segundo lugar, los textos nos evocan la importancia de hacer un inventario de nuestros recursos y examinar cuáles tienen mayor relevancia en cada etapa particular de nuestro peregrinaje. Este factor plantea las siguientes interrogantes:

  • ¿Cuáles son nuestros recursos? 

1.  El tiempo           

2. Las competencias que tenemos 

3.  Los dones del Espíritu

4. La salud                      

5.  La experiencia   

8.  El ambiente social, cultural y religioso en que te mueves            

9.  El bienestar material que posees

10. Las personas que conoces.                         

11. La familia                                               

12. La profundidad de tu relación con Dios

Estos son tus recursos entre otros. El conocer dichos recursos permite, no solamente un mayor entendimiento de nuestra misión, sino un contenido adecuado para el establecimiento de metas o proyectos personales que te permitan alcanzar la visión propuesta.

Recuerda que hay “demonios” que se empeñan en entorpecer el cumplimiento de la misión, visión y metas de Dios para tu vida y ministerio. A continuación algunas formas bíblicas en que el mal se manifestó para entorpecer los propósitos De Dios:

(a) Sentido de Inadecuacidad

“Esta tarea es muy grande para mi.” — Moisés (Éxodo 3: 11)

(b) Acusar a otros de su situación o permitir que otros te acusen.

“Por el príncipe de los demonios echas fuera demonios”—los escribas (Marcos 3: 22)

(c) La estrechez mental de otras personas.

“Quien se ha de sentar a tu derecha e izquierda”—petición de Juan y Jacobo (Marcos 10: 37)

(d) Distracciones pecaminosas

“el rey Salomón y sus múltiples mujeres” (1 Reyes 11: 1)

(e) Miedos

“Y si el Rey me mata? ”—(Ester 4: 11)

(f) Impaciencia.

“Si no aparece en 15 minutos lo haré yo mismo” –el rey Saúl (1Samuel 13: 8-14)

(g) Negociaciones con los infieles

“Para evitarme problemas voy a aceptar el acuerdo”

(h) Apatía

“Las vírgenes necias no consiguieron aceite” (Mateo 25: 8-10)

(i) Orgullo

“El orgullo y narcisismo de Gedeón sumerge a Israel en la idolatría” (Jueces 8: 24-35)

A manera de resumen, los siguientes nueve (9) pasos te ayudaran en el logro de las metas propuestas, y ciertamente los he probado en mi vida personal y ministerial:

(a) Clarifique su misión en la vida y establezca una visión congruente a esta.

(b) Obtenga o conozca los hechos concretos y reales de cada situación en la que se encuentra.

(c) Tenga la meta claramente definida

(d) Examine, edúquese y utilice sus recursos, Haga un inventario de lo que se tiene como recurso.

(e) Cambie su vieja vida en una nueva. Póngase al día en todos los aspectos de su vocación.

(f) Emprenda primero cosas que se puedan observar y palpar concretamente.

(g) Atrévase a hacer cosas no tradicionales y sea audaz.

(h) Hágase visible y haga visible sus proyectos.

(i) Sature todo lo anterior con mucha oración.

¡Muchas bendiciones!

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