Por Samuel Caraballo-López
INTRODUCCIÓN
El texto bíblico para el 21 de abril de 2024, cuarto domingo de resurrección, lo encontramos en el Evangelio de Juan 10: 22-30. Este discurso es la continuación, en otro contexto, del discurso que Jesús había comenzado en el anterior capítulo (Juan 9: 39, y que se extendió hasta Juan 10: 21). Voy a seleccionar para este escrito el verso 11 del anterior discurso y los versos 27-30 de este discurso bajo estudio, y muy especialmente la declaración de Jesús sobre cuáles son ó no son las “ovejas” que pertenecen a su redil.
JESÚS, EL BUEN PASTOR
Miremos con detalles estos textos:
«Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida pone por las ovejas. Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. El Padre y yo somos uno» (Juan 10: 11, 27-30 BTX).
El contexto del discurso bajo estudio es la celebración de la fiesta de Hanukka (Fiesta de la Dedicación) en Jerusalén, en la cual se conmemora la victoria de los Macabeos sobre los sirios, y que se celebraba en el mes de kislev (diciembre) (Juan 10: 22). Esta fiesta fue instituida por Judas Macabeo para conmemorar la purificación del segundo templo luego de la profanación hecha por Antíoco Epífanes IV (seléucidas) en el año 165 a. C. Los seléucidas lograron capturar el templo de Jerusalén y lo profanaron erigiendo un altar al dios griego Zeus en su interior. Antíoco prohibió la fe judía y ordenó la adoración de los dioses griegos. Las comunidades locales, especialmente en Judea, se resistieron a esta transformación, y luego de una cruenta revolución lograron vencer al ejército de Antíoco y restablecieron el culto a YHVH.
Es en esta singular celebración, que Jesús completa su discurso sobre el Pastor y las ovejas (verso 22-30), que había comenzado en la sección anterior (Juan 10: 1-18). En el discurso anterior, Jesús se presenta a sí mismo como el pastor prometido por Adonay YHVH al profeta Ezequiel:
«Así dice el Señor de señores: He aquí que yo mismo buscaré mis ovejas y yo las cuidaré. Como pastor que cuida de su rebaño en el día de una violenta tempestad, del mismo modo yo cuidaré a mis ovejas y las recogeré de todas las tierras a las cuales habían sido dispersadas en día nublado y de densa oscuridad» (Ezequiel 34: 11-12, Peshitta).
ESCUCHAR COMO REQUISITO PARA CREER.
Los judíos exigen que Jesús les exprese claramente, si Él es el mesías:
— ¿Hasta cuándo vas a dejar de fastidiarnos? Dinos claramente si tu eres el Mesías —le preguntan. (Juan 10: 24)
Jesús les informa a los judíos que Él ya le había dado la respuesta, pero ellos se habían resistido a creer sus aseveraciones:
Jesús les respondió: Os lo dije, y no creéis. Las obras que Yo hago en en nombre de mi Padre, estas dan testimonio de mí; (Juan 10: 25)
Inclusive ellos habían visto las obras que Jesús había hecho y que le acreditaban como el Mesías de Dios, pero su rechazo a escuchar y creer invalidaba dicha revelación para sus vidas (verso 26). Cuando permitimos que la incredulidad domine nuestro corazón, invalidamos el beneficio de conocer y ser parte de la comunidad de Jesús.
Para ser parte de la comunidad de Jesús debemos abrir nuestros oidos y responder afirmativamente a la oferta de Dios por medio del creer. Es la gracia que activa mi capacidad de oír la voz de Dios, de comprender la realidad de mi enajenación ante Él, y a su vez, esta misma gracia, inspira y capacita mi voluntad para tomar decisiones. Aunque las “ovejas” de alguna forma «escuchan» la voz de Dios, no todas responden afirmativamente a ese llamado amoroso.
Escuchar significa «prestar atención, aplicar el oido para oir y poner en práctica». El escuchar con sentido es un acto consciente y deliberado del que escucha, en el cual se acoge el mensaje trasmitido como es, sin anteponer nuestros prejuicios, supuestos o exigencias sobre el contenido comunicado. Lo contrario fue realmente el problema de los judios, sus oidos estaba bloqueado por su conocimiento previo (Juan 10: 19-20, 31, 39). Cuando esto sucede no escuchamos a la persona, sino a nuestros propios prejuicios.
Ahora bien, escuchar la voz de Jesús trasciende el aspecto sensorial, ya que por medio de la gracia entramos en una dimensión comprensiva de la realidad de Dios y de nuestra condición pecaminosa. Cuando escuchamos a Jesús, nuestra vida adquiere la capacidad de abrirse para recibir el don de Dios, su amistad, cuidado, dirección y protección (Juan 10: 28-30).
CONCLUSIÓN
En mi experiencia como pastor y educador, he observado que existen, al menos, tres (3) fuerzas que intentan impugnar la recepción de la gracia de Dios en nuestros corazones y abrir nuestros oidos para escuchar a Jesús.
Primero, hay voces internas que interfieren con la gracia divina, que son producto del conocimiento previo, de heridas no sanadas, costumbres asimiladas o actitudes disfuncionales que gritan tan duro que no dejan oír la voz del Señor. Esta realidad plantea la necesidad de al menos dos elementos: sanidad interior y re-educación como prerequisito para escuchar la voz de Jesús.
Segundo, hay mecanismos tácitos que jerarquizan en nuestra voluntad las voces que hablan, invitándonos a solo escuchar, de forma selectiva, aquellas que son consideradas más importantes. Estos mecanismos son codificados principalmente por la cultura y últimamente por la opinión pública. Por opinión pública nos referimos a la tendencia o preferencia, real o estimulada, de una sociedad o de un individuo, actualmente condicionada por la tecnología y los medios de comunicación, para solo priorizar aquellas situaciones sociales que le favorecen.
Para muchos todo lo que tiene que ver con Dios es innecesario e irrelevante y por lo tanto, los mecanismos tácitos fijan dichas premisas en sus conciencias. Esta realidad requiere con urgencia ser estudiadas, denunciadas y confrontadas estratégicamente por la Iglesia.
Tercero, y no menos importante, existen poderes contrarios a Dios (demonios, deseos humanos y fuerzas ideológicas), que han adquirido «ropajes» institucionales (religiosos, políticos, organizacionales), que resisten tenazmente la voz transformadora del Espíritu de Dios. De hecho, todos estos poderes, que intentan impugnar y proscribir el evangelio, ya fueron desarmados y derrotados en la Cruz del Calvario (Colosenses 2: 13-15), aún cuando se niegan a someterse a la autoridad mayor que representa el reino de Dios.
Jesús nos llama a escucharle, porque su voz se expresa a través de su Palabra y sus acciones de misericordia, solidaridad, y bondad, evidenciando que vale la pena prestar atención y practicar lo que Él nos ha enseñado. Si escuchas a Jesús y le sigues, serás salvado, guiado, y protegido, mientras realizas la misión que para este tiempo de incertidumbre Él te propone. Bien claro lo dijo Jesús:
«Yo soy la puerta, el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos» (Juan 10: 9).
Te invito a escuchar a Jesús e iniciar una relación personal con Él. En esa relación con Jesús encontrarás la libertad necesaria para vivir plenamente, y poder guiar a otros a relacionarse con Jesús. Paz y bendiciones.
SIN MIEDO A PENSAR 