Para ver a Jesús…

Por Samuel Caraballo-López

“Pero debo aclararte que no podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y seguir con vida.” (Éxodo 33: 20, NIV)

Uno de los pasajes más inspiradores y reveladores de Dios, se da en el libro de Éxodo 33. Dios se encuentra “enojado” con el pueblo, luego de la experiencia de negación total de su santidad hecha por ellos al adorar un becerro de oro (Éxodo 32:1ss). Es tal la situación que Moisés se ve obligado a sacar el Tabernáculo de reunión fuera del campamento de los hebreos. En la intercesión que Moisés hace a favor del pueblo hay un planteamiento que solo en el Nuevo Testamento tiene contestación plena:

“Si no vienes con nosotros, ¿cómo vamos a saber, tu pueblo y yo, que contamos con tu favor? ¿En qué seríamos diferentes de los demás pueblos de la tierra?” (Éxodo 33: 16)

La contestación de YHVH a Moisés, es congruente con la enseñanza del Evangelio–te concederé lo que pides, “pues cuentas con mi favor (gracia) y te considero mi amigo (Éxodo 33: 17; Juan 15: 13-15).

Moisés inspirado por este diálogo amistoso con YHVH, y no contento con el acuerdo alcanzado, se atreve pedir a YHVH que confirme sus Palabras con una manifestación plena de su naturaleza y carácter—“no sólo oír, sino ver tu rostro, contemplar tu persona” (Exodo 33:18; cfr. Job 42,5). ¿Podrá el ser humano contemplar la manifestación de YHVH y vivir? Moisés tuvo el privilegio de contemplar parte de las maravillas de Dios, pero no vio su rostro (su plenitud) (Éxodo 33: 23).

La pregunta obligada es; ¿podremos ver hoy lo que Moisés no pudo ver? Si la contestación es afirmativa, la pregunta obligada es, ¿QUÉ SE REQUIERE PARA VER A JESÚS?

El Evangelio de Juan es congruente a la visión de YHVH en el libro de Éxodo, y se atreve a responder a esta pregunta, en uno de los relatos más simbólicos del libro de Juan. Ahora no es el Moisés entusiasmado con el diálogo con YHVH, sino unos griegos que se acercan para preguntar a Felipe—“Señor, quisiéramos ver a Jesús” (Juan 12: 21). Es interesante, que este evento de unos griegos, que se encontraban en la celebración de la Pascua, en la última semana de Jesús, ahora desean verlo. La pregunta vuelve a resonar en nuestros oídos, ¿Qué se requiere para ver a Jesús? He ahí la respuesta:

Solo los que han muerto pueden ver a Jesús (Éxodo 33: 20). Solo si morimos a nosotros mismos, nuestros ojos se habilitan para verlo… “El que quiera seguir en pos de mí, niéguese a sí mismo” … “si el grano de trigo…muere, lleva mucho fruto”. A la disposición para defender la vida y el bienestar de otros, sobre mi propio bienestar, Jesús le llama morir (Marcos 8: 34-37).

Solo los que le siguen pueden ver a Jesús (Juan 1: 50-51). Si seguimos a Jesús como sus discípulos lo hicieron lo veremos… “Crees…cosas mayores veras…Desde ahora veréis el cielo abierto…”. Cuando respondemos “heme aquí envíame a mi” …los ojos se abren para ver cada día a Jesús en nuestra vida cotidiana (Isaías 6: 5, 8).

Solo cuando damos a conocer el significado del sacrificio de Cristo, podemos ver y hacemos que otros vean a Jesús (Isaías 53: 4-5; 6-11). Si comprendemos el propósito de la muerte de Cristo y la damos a conocer a los demás, lo oculto se hace visible. Jesús se hace presente cuando se proclama su Evangelio (1 Cor. 1: 22). …Jesús y su Reino se ven plenamente en la proclamación de sus obras portentosas (Salmo 145: 11-13).