Por Samuel Caraballo-López
INTRODUCCIÓN
El texto para el 2 de enero de 2022, segundo domingo de Navidad , lo encontramos en el evangelio de Juan 1: (1-9), 10-18. Este texto nos presenta la base misma de nuestra esperanza. La llegada del Mesías afirma que la historia tiene un nuevo regidor, y que el caos y la desesperanza no tienen la última palabra.
DESARROLLO
En un principio era el Logos, y el Logos estaba ante Dios, y Dios era el Logos. En un principio Este estaba ante Dios (Juan 1: 1-2 BTX).
Observemos este texto que de inmediato nos evoca las narrativas de la creación de Génesis 1: 1, y los relatos de Proverbios 8: 22-24, sin ignorar las alusiones a la sabiduría presentes en los libros deuterocanónicos de Sabiduría de Salomón (9: 9-10:21) y Eclesiástico (24: 1-34).
La llegada del «Logos» de Dios a esta tierra no fue algo fortuito y casual. Luego de una larga preparación a través de toda la historia humana, el Dios de Israel propició la llegada del «verbo» a esta tierra. Los evangelios sinópticos nos dicen a través de los detalles de las genealogías que los preparativos de Dios para traer al «Logos» datan de principios de la creación (Lucas 3: 23-38).
Este hecho arroja luz para entender nuestra realidad histórica. A pesar de que el «caos» parecía dominar la historia humana, el Dios de la creación “empujó” la historia para cumplir sus propósitos y voluntad, que siempre están coloreados con el amor, la justicia y en pro del bienestar de la creación misma. A eso la fe cristiana le llama la soberanía, providencia y sabiduría de Dios.
Este prólogo es realmente el comienzo del evangelio de Juan, y corresponde al género de himno que presenta una clara síntesis sobre quien es Jesús el Mesías (Juan 1: 1-18). De hecho, para Juan, el Mesías es un ser divino (el Logos, la Palabra, el verbo de Dios), que es la Luz (1: 5, 9) e Hijo unigénito de YHVH (1: 14-18), que viene al mundo y se encarna entre nosotros. Éste, aunque fue rechazado por su pueblo (1: 10-12), le otorga a todos los que lo reciben y creen en Él, el poder de ser hechos hijos de Dios de una forma más plena que lo que le otorgaba la Ley de Moisés.
Este punto es de vital importancia para entender la obra redentora de Dios en Jesús , que supera los beneficios del antiguo pacto con Moisés. Este punto que enfatiza Juan en este prólogo es expresado por la carta a los Hebreos:
Pero Aquel fue considerado digno de tanta más gloria que Moisés, por cuanto mayor honra que la Casa tiene el que la construyó. Porque toda casa es construida por alguno, pero el que hizo todas las cosas es Dios. Y Moisés, en verdad fue fiel sobre toda la Casa como siervo, para testimonio de las cosas que se habrían de decir, pero el Mesías, como Hijo [unigénito] sobre su Casa, la cual somos nosotros, si nos aferramos a la confianza y a gloriarnos en la esperanza (Hebreos 3: 3-6)
La «encarnación» del verbo de Dios, es entonces la expresión máxima de cómo actúa el Dios amoroso (Juan 3:16). De hecho, la encarnación del «verbo» de Dios, y que a su vez es Dios, conforme a lo que la fe cristiana postula, parece ser el mayor obstáculo para la comunión con otras religiones mundiales.
En realidad, la mayor aportación del actuar de Dios con la aparición del verbo encarnado, es en la dimensión de la esperanza, que nos lleva a revisar nuestras visiones fatalistas de la historia universal, y de nuestras historias personales y como pueblo. El Dios creador de todas las cosas, sostiene su creación y la dirige hacia su actualización, o dicho de mejor forma, hacia el cumplimiento de sus propósitos y voluntad, aun cuando las apariencias visibles y la interpretación que el mundo hace de estas nos proyectan desilusión.
Hay que proclamar desde las “azoteas”, que las aparentes condiciones que vemos en este mundo no podrán detener los propósitos y planes de nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, aunque los propósitos de Dios trascienden las realidades contextuales e históricas actuales, también en cierta medida, se sujetan a las realidades naturales que Dios mismo ha impuesto. Esta paradoja o aparente contradicción requiere nuestra más profunda reflexión.
Jesús, que es el Mesías prometido de Dios, toma forma humana, y se sujeta a las leyes, condiciones y limitaciones naturales. Este nace de una mujer, es infante e incapaz de valerse por sí mismo, vive en una realidad social de exclusión y pobreza, es rechazado y perseguido, se ve obligado a escapar por su vida, y sufre como todo humano aun cuando también tiene naturaleza divina. En la encarnación de Jesús, lo humano y lo divino conviven en una sola persona, y es cuando no discernimos esta verdad, e intentamos fragmentarla, que comienzan nuestros problemas.
Por lo tanto, es primordial afirmar la siguiente verdad: los planes de Dios no nacen maduros, ni se inician en estado adulto, sino que, se encarnan en una historia marcada por la oscuridad, y desde su “nicho” emiten su luz y sus signos, en armonía con las condiciones naturales que le sirven de contexto.
En Él había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Y el Logos se hizo carne, y tabernaculizó entre nosotros, y contemplamos su gloria (gloria como del Unigénito del Padre), lleno de gracia y verdad (Juan 1: 4-5, 14).
APLICACION
Creo que es fundamental entender esta verdad que viene desde la encarnación de Jesús. En ese proceso normal de crecimiento y desarrollo, los planes de Dios toman el color de su contexto, y en ocasiones parecen esconderse para luego aparecer y superar las categorías de la realidad misma y transformarla.
Ese misterio del actuar divino, que se revela en la encarnación del verbo, tiene que ser entendido por aquellos que luchan para hacer más humana la vida humana, para que no pierdan la esperanza, debido a una incorrecta concepción del proceder divino. El propósito divino toma forma humana, se inserta en categorías humanas, que parecen limitantes, las confronta y luego las transforma. ¡Así actúa el Señor!
Finalmente, y a manera de inspiración comparto contigo un texto que ha sido paño de lágrimas en mí caminar por la historia:
Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:58).
¡Muchas Felicidades y bendiciones en esta año 2022!