¿Está hoy la Iglesia en un “turning point” ?

Por Samuel Caraballo-López

INTRODUCCIÓN

Todos pasamos por varios “puntos de inflexión” a lo largo de la vida. Un “punto de inflexión” es un evento o incidente que hace que todo cambie. En inglés se utiliza la expresión más conocida por nosotros, “turning point”, que son momentos que definen o cambian completamente nuestro rumbo, a veces para bien, y otras veces para mal.

Es esto lo que realmente nos sucedió con la pandemia del COVID-19, un día nos comunicabamos y expresabamos nuestros sentimientos de forma directa, y al otro día tenias que mantener el distanciamiento físico, y actuar de una manera distinta a lo acostumbrado.

Es eso exactamente lo que ocurre en la lectura bíblica asignada para el 27 de agosto de 2023, décimo tercer (13) domingo de Pentecostés, que encontramos en Mateo 16: 13-20.

Esta perícopa marca el “turning point” en el ministerio de Jesús. Sus primeros años en Galilea se identificaban por una intensa labor evangelística, caracterizada por el entusiasmo de las multitudes frente a las obras portentosas de Jesús, que incluían milagros, sanidades y liberaciones (Mateo 4: 23-25).

Este «punto de inflexión» se inicia en la región de Cesarea de Filipos, al norte de Galilea. Esta ciudad construida en honor a Augusto Cesar era centro del culto al dios pagano Pan, que era equivalente a Baal en el Antiguo Testamento. Es desde allí, luego de los sucesos ocurridos en la perícopa que discutiremos en este escrito, que Jesús inicia su viaje hacia Judea, y más específicamente a Jerusalén.

JESÚS Y SUS DISCIPULOS EN LA REGIÓN DE CESAREA DE FILIPO

Pasemos a considerar los primeros dos (2) versos del texto del evangelio de Mateo:

13 Cuando llegaron cerca del pueblo de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

¿Qué dice la gente acerca de mí, el Hijo del hombre?

14 Los discípulos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, y otros dicen que eres el profeta Elías, o el profeta Jeremías, o alguno de los profetas. (Mateo 16: 13-14)

Fresco de los Profetas Isaias, Jeremías, Ezequiel y Daniel

La pregunta que inicia el diálogo es digna de analizar.  Jesús le pregunta a su grupo de discípulos qué es lo que se está rumorando de Él entre las multitudes. Lo interesante es que lo que la gente esta diciendo es que Jesús era un profeta comparable a los más distinguidos de la tradición israelita. El referente más cercano era con Juan el bautista, que había sido asesinado por Herodes Antipas.  No hay duda de que la relación de Jesús con Juan fue muy cercana, tanto que Lucas lo identifica como pariente (Lucas 1: 36), y varios de los discípulos de Jesús habían sido discípulos de él (Juan 1: 35-42).

La segunda comparación que hacían de Jesús era con el ícono del profetismo de Israel, Elías tisbita de Galaad (1 Reyes 17-19).  Su parecido en cuanto a la naturaleza de su mensaje y sus acciones proféticas era notable.  De hecho, Jesús inicia su ministerio en Galilea, al igual que Elías había hecho también en la misma región en Israel del Norte siglos antes.

La comparación de Jesús con Jeremías es la más singular de todas.  Jeremías de Ananot, un profeta del siglo VI a. C, de Judá, tenía una fuerte hostilidad hacia el liderato de Jerusalén porque había sumergido al país en un caos irreparable, en el que solo la destrucción de todo el sistema podía solucionar.  Es en Jeremías 7: 11 que este denuncia la deplorable condición moral de los adoradores del templo de Salomón, donde han convertido el mismo en “cueva” o refugio de ladrones. De igual forma Jesús utilizando palabras similares al profeta denuncia, en Mateo 21: 12-17 la condición moral de los líderes del templo de Jerusalén.  De hecho, a Jesús se le podría llamar, sin duda alguna, el Segundo Jeremías.

Lo interesante es que las expresiones de la gente de Galilea sobre Jesús eran atinadas, y era un gran halago para Jesús que lo compararan con la elite de los profetas de Israel.

LA REVELACION EN LAS PALABRAS DE PEDRO

La segunda pregunta de Jesús es dirigida a los discípulos, que se supone que habían estado con Él durante más tiempo, y que debían tener una visión más exacta que la que tenía la gente común.  Miremos la perícopa de Mateo:

15 Entonces Jesús les preguntó:

Y ustedes, ¿qué opinan? ¿Quién soy yo?

16 Pedro contestó:

—Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. (Mateo 16: 15-16 NTG)

Aunque la pregunta es hecha a todos los discípulos, es Simón Pedro el que contesta de forma alta y clara –“Tú eres el Mesías,” …  El “secreto mesiánico” de que nos habla Marcos, ahora es declarado por el discípulo más vocal.  De hecho, para el evangelio de Mateo no es un secreto que Jesús era el Mesías y que en Él se cumplía las promesas de Dios. En los primeros capítulos del evangelio, Mateo reconoce a Jesús como el Mesías:

“El libro de la genealogía de Jesús el Mesías, hijo de Dios, hijo de Abraham:” (Mateo 1: 1)

De igual forma en Mateo 1: 16-18, se explica esta verdad reconocida por el evangelista:

“Y Jacobo engendró a José, el marido de Miriam, de la cual nació Jesús, llamado el Mesías.”

Sin embargo, en las narrativas anteriores a esta, el evangelista Mateo no había hablado públicamente del mesianismo de Jesús hasta ahora (Mateo 16; 13-20), y de hecho, no utiliza dicho título, ni lo pone en boca de los discípulos, ni en las multitudes, aún cuando estas reconocen su autoridad, derivada de sus enseñanzas y las obras maravillosas que realizaba (Mateo 4: 24-25; 7: 28-29).

Es a partir de esta perícopa que nos comenzamos a preguntar, ¿Quién es realmente Jesús?  Esta pregunta que no tiene una respuesta estática, sino dinámica, hay que hacerla hoy en medio de tanto pluralismo religioso.  Las respuestas del pasado no son suficientes para entender este cambio de contenidos y estrategias que Dios requiere para este tiempo.  Nuestros «convencionalismos» no pueden encerrar el mensaje que Jesús nos quiere compartir en este momento de la historia. 

Cuando uso el término «convencionalismo» me refiero a aquellas creencias, opiniones, prácticas y actitudes que sostienen ciertos usos, normas y costumbres que rigen el comportamiento social, religioso o personal, sin que necesariamente se sostengan en una verdad fáctica o en la verdad revelada.

Esta perícopa de hoy, junto a la perícopa de la próxima semana (Mateo 16: 21-27) forman el “punto de inflexión” más significativo en el ministerio de Jesús.  La declaración de Pedro en el verso 16 marca el clímax del proceso de reconocimiento del Mesías por sus discípulos, y por ende el fin del periodo galileo: «Tu eres el Mesias, el Hijo del Dios Viviente.»

De hecho, Pedro en su declaración va más allá de la aclamación popular de ver a Jesús como uno entre los más grandes profetas, sino como el Mesías de Dios.  Esta declaración de Pedro representa la culminación de la esperanza del Antiguo Testamento. 

Por supuesto que el término Mesías dentro de la tradición rabínica tenía profundas connotaciones políticas para un pueblo oprimido.  El Mesías para la tradición judía del primer siglo significaba la llegada de un líder divino que reestablecería la independencia y gloria de Israel, semejante a la época del rey David.  No hay duda de que Pedro, aun cuando Jesús reconoce que su declaración tiene su origen en Dios—“porque no te lo reveló carne ni sangre”, no tenía la totalidad del entendimiento de lo que significaba el mesianismo de Jesús, y lo demuestra en su retórica del verso 22, y que discutiremos el próximo domingo.

Aun con lo limitado de su entendimiento sobre la misión de Jesús, Pedro ha logrado un avance crucial.  El título “… Hijo del Dios viviente”, es central en la presentación que hace Mateo de Jesús (Mateo 26: 63).  Es posible que los títulos Mesías e Hijo de Dios sean utilizados como sinónimos, tanto por Pedro como para el Sumo Sacerdote en el texto anterior.

La declaración de que Jesús es “Hijo del Dios viviente” es un poderoso recordatorio de que Dios con quien Jesús está conectado no es una “abstracción filosófica”, como algunos postulan, sino el Dios dinámico de la fe y la historia de Israel.  La dinámica sobrenatural de los “milagros”, sanidades y liberaciones, derivados de Dios, proviene del Dios vivo y que está activo en el mundo.

Ahora bien, el cambio que ha comenzado arranca con la primera mención de un ministerio de sufrimiento, muerte y resurrección que se realizará en Judea (Mateo 16: 21). Ahora Galilea con sus multitudes entusiastas ha quedado atrás, y Jerusalén con sus autoridades hostiles se presenta como el norte de Jesús. Ahora el ministerio de Jesus cambia completamente, de uno lleno de entusiasmo y popularidad—“Y su fama se difundió por toda Siria y le trajeron a todos los que padecían males … y los sanóY grandes multitudes lo siguieron de Galilea y Decápolis …”, a uno en que el sufrimiento y la muerte se convierten en el nuevo menú del Mesías.

Las dos perícopas (13-20 y 21-23) están estrechamente relacionadas entre sí.  La última explica la primera, muy especialmente el versículo 20.  El Mesías, que ahora es reconocido por sus discípulos, amplía ahora su ministerio y por lo tanto su discurso:

  • Ahora debía ir a Jerusalén, la ciudad Santa del Judaísmo,
  • Y padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas,
  • Y ser muerto,
  • Y ser resucitado al tercer día.

LA COMISIÓN DE JESÚS A PEDRO

Pedro es la figura focal en los versos 13-20 y 21-23.  De hecho, en el evangelio de Mateo, Pedro cobra una importancia muy grande, y que sospecho que responde a alguna realidad del contexto histórico.  Observe que ambas preguntas de los versos 13 y 15 fueron hechas a los discípulos.  La primera pregunta fue contestada por todos; sin embargo, en la segunda y de mayor relevancia, Pedro parece ser el portavoz corporativo, como lo había sido en otros pasajes (Mateo 14: 28-33).

17 Jesús le dijo:

—¡Bendito seas, Simón hijo de Jonás! Porque no sabes esto por tu propia cuenta, sino que te lo enseñó mi Padre que está en el cielo. 18 Por eso te llamaré Pedro, que quiere decir “piedra”. Sobre esta piedra construiré mi iglesia, y la muerte no podrá destruirla.

19 A ti, Pedro, te daré autoridad en el reino de Dios. Todas las cosas que tú prohíbas aquí en la tierra, desde el cielo Dios las prohibirá. Y las cosas que tú permitas, también Dios las permitirá.

20 Entonces Jesús ordenó a sus discípulos que no le contaran a nadie que él era el Mesías.

Muchos comentaristas de Mateo entienden que los versos 17-19, son tomados por Mateo de una tradición diferente a la de Marcos, y que posiblemente fue dirigida a Pedro en otro contexto, y que el evangelista acomoda en esta perícopa [1]. En estos textos se demuestra que Pedro era algo más que un portavoz corporativo, es el líder principal de la comunidad emergente de los discípulos de Jesús, y que ya anteriormente Mateo así lo había reconocido (10:2).

«Por eso te llamaré Pedro, que quiere decir “piedra”. Sobre esta piedra construiré mi iglesia, y la muerte no podrá destruirla” (verso 18 TLA). 

No se asusten hermanos, sabemos que el Nuevo Testamento mayoritariamente reconoce que la piedra angular y fundamental en quien se edifica y sostiene la Iglesia es Jesús (Hechos 4:11; 1 Cor. 3: 11; 10: 4; Efesios 2: 20; 1 Pedro 2: 4).  Sin embargo, para Mateo, Simón Pedro es la “piedra” o líder principal de aquella comunidad emergente.

No podemos negar que según Mateo (y solo Mateo), la comunidad de los discípulos que formará la Iglesia de Jesucristo tendrá como líder a Simón Pedro. Es importante aclarar que esto no significa que Pedro fue el primer «papa», y que su liderazgo sea un paradigma para la estructura eclesiástica de la Iglesia del Señor. De hecho, quienes reclamen desde la Biblia esa interpretación es porque han hecho una exégesis incorrecta de esta perícopa.  

La estructura eclesiástica de la Iglesia Católica Romana (el papado) tiene sus inicios en el siglo VI, es decir, más de 500 años después de ser escrito el Evangelio de de Mateo. En el evangelio de Mateo no hay evidencias claras de la existencia de estructuras eclesiásticas específicas en la comunidad cristiana de su tiempo.

En el verso 19, Jesús reconoce el liderato de Pedro en la Iglesia emergente de Jerusalén y lo identifica como un mayordomo del reino de los cielos, al igual que lo fue Eliaquim, en el reino de David (Isaías 22: 20-22). Las llaves son para abrir y cerrar los almacenes que proveen las provisiones para el hogar, no son para controlar las puertas exteriores y determinar la admisión al reino de los cielos.

La representación tradicional de Pedro como «portero» en el más allá es una mala interpretación de este texto, que asume que el reino de los cielos se refiere a la vida después de la muerte en lugar ver el reino como el gobierno de Dios aquí en la tierra.

La metáfora de “atar” y “desatar” se refiere a la autoridad administrativa que tendrá Pedro en la naciente “ekklesia” de Jesús. Estos términos son utilizados en la literatura rabínica, común a Mateo, para referirse a lo que es y no es permitido. Esta misma comisión se le dio a todo el grupo de los discípulos (no solo a Pedro) en Mateo 18: 18, lo que indica que ellos tendrán que tratar con el pecado dentro de la comunidad, y los problemas que aquejan las comunidades cristianas en su encuentro con el mundo. Esta autoridad para declarar lo que es y no es adecuado, tendría consecuencias personales para aquellos que se perpetuaban en su pecado y se negaban a arrepentirse.

De hecho, es Pedro el que abre las puertas de la “ekklesia” a los no-judíos (Hechos10: 1-48), y también le aplica la disciplina a los que actúan incorrectamente (vea Hechos 5: 1-11; 8: 20-24). El verso 19 no significa que Pedro tendrá respaldo divino en todo lo que haga, sino que, como mayordomo de las decisiones divinas, el requerirá el discernimiento para llevar a cabo aquello que corresponda a la voluntad de Su Señor, y no al revés.

Pedro tiene el liderato y la responsabilidad de pastorear esa comunidad naciente de los discípulos (Juan 21:15-19). Mateo plantea y reconoce el liderato histórico de Pedro sobre los demás discípulos para la realización de la misión de la naciente Iglesia de Jesucristo.

CONCLUSIÓN 

La pandemia de COVID-19 no pudo detener actividad de Dios en nuestro mundo, aunque la afecto.  Al igual que Pedro, la Iglesia ha sido dotada de los recursos para enfrentar las fuerzas del caos y de la muerte, y para «atar» y «desatar», tanto de la práctica del pecado como de los problemas que este conlleva entre los líderes y sus constituyentes (Mateo 16: 17-19).

Por otro lado, este momento es el «turning point» de la Iglesia para el logro de los propósitos y misión de Dios , sin embargo; son nuestros “convencionalismos” coloreados con las ideologías de la prosperidad y el positivismo, junto a una incapacidad para «aparear» el texto bíblico con la vida y programa de la iglesia en un mundo posmoderno y capitalista, los principales obstáculos para persuadir al mundo de la veracidad de nuestro mensaje. Es urgente que nuestras congregaciones tomen la firme decisión de realizar la misión de Dios con mayor profundidad, seriedad y pertinencia con los tiempos que vivimos.

La Iglesia del Dios viviente, se tiene que declarar “inmune” a los poderes de la muerte, la corrupción y el caos (verso 18), y negarse ha hacer alianzas con los agentes que promueven los mismos.  La muerte y sus representantes no podrá jamás “tragarse” esta comunidad que Jesús ha construido, y sigue sus directrices.

Este el momento en que Dios está invitando a sus «mayordomos del reino» a dejar de entretener a la congregación desde nuestros púlpitos (presenciales o tecnológicos), con los mensajes faltos de profundidad y exactitud que confunden y enajenan al pueblo de las realidades de pecado y maldad que arropan al mundo. 

«El predicador tiene que «orientarse hacia el púlpito, todas las demás cosas que hagan deben ser corrientes que fluyan hacia el púlpito, y no que te alejen del púlpito» (Henry Ward Beecher).

Hoy más que nunca debemos entender que se requiere hacer esfuerzos disciplinados para que la Palabra de Dios brote desde nuestros púlpitos con frescuera y vitalidad. Llegó el momento de confrontar a los “pedros”, que se resisten a predicar el mensaje del reino de Dios, y lo sustituyen con mensajes “políticamente correctos“ para evitar la persecución y el rechazo (Mateo 16:22). Cuando no predicamos el evangelio como Jesús nos encomendó, el poder del evangelio para “atar” y “desatar” le es negado a aquellos que buscan desesperadamente la salida del ámbito de las tinieblas y el caos.

Ha llegado el momento que la Iglesia recupere su espacio en la palestra pública, no meramente como una institución social, sino como el pueblo de Dios. Sin temor ofrezcamos el mensaje liberador de Dios, en forma clara, honesta y adecuada y en cuantos foros se nos permita expresarnos.  Así nos ayude Dios!

Notas:

[1] R.T France, The Gospel of Matthew. (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdemans Publishing Company, 2007)

4 respuestas a «¿Está hoy la Iglesia en un “turning point” ?»

  1. «La pandemia de COVID-19 no ha detenido la actividad de Dios en nuestro mundo. Al igual que Pedro, la Iglesia no ha entendido por sus “convencionalismos” que este momento es un “turning point” para su ministerio, donde los mensajes de prosperidad y entusiasmo tienen que ser sustituidos por un trabajo de mayor profundidad, seriedad y pertinencia con los tiempos que vivimos»
    Nos ayude el Señor a que no sea muy tarde llegar a entenderlo!!!!

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  2. Dios nos llama a reflexionar sobre nuestro verdadero sentir para poder reconocer nuestra condición. Nos confronta con la realidad que va en contra de la corriente. Nos ayude el Señor a proclamar SU mensaje y actuar en este tiempo crucial.

    Le gusta a 1 persona

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