Hoy tengo que reconocer la capacidad reflexiva de mis lectores. Una misteriosa lectora que se hace llamar Nildazoralla (es mi estudiante de Hermenéutica) escribió la siguiente respuesta a mi artículo: Sanidad o curación…¿cual prefieres? Estoy convencido que esta respuesta supera el escrito al que responde, y por lo tanto la publicaré tal como fue presentada. Les invito a disfrutar de este manjar literario.
«¡Qué difícil es entender la experiencia de aquél que sufre una condición de salud degenerativa o mortal! Aún habiendo experimentado una en carne propia es difícil ponerse en los zapatos del otro y poder absorber las profundas implicaciones sico-sociales de su estado patológico. Estos leprosos en Lucas además de perder su salud, familia, empleo y capacidad productiva, su lugar en la comunidad y sociedad, así como la integridad física y pureza ritual que les capacitaba para participar en la vida religiosa, también habían perdido oportunidades y tiempo que no podrían reemplazar, y sueños a los que habían tenido que renunciar. Sin embargo, aún les quedaban dos opciones dignas: asumir las limitaciones de su nueva identidad social con estoicismo e integrarse al nuevo grupo social (los leprosos) para apoyarse y ayudarse mutuamente. ¡Oh, pero he aquí que de repente hay un rayo de esperanza, porque ahora hay Uno que puede sanar milagrosamente! ¡Y que tiene misericordia! ¡No en balde gritaban, ya fuera a coro o en cacofonía! Pero sólo uno recibió sanidad integral, porque sólo uno reconoció que no sólo su cuerpo había sido restaurado sino también su alma (pensamientos, sentimientos, voluntad) y su espíritu (visión, percepción y comunión con Dios). Tanto así que entendió que con o sin la declaración del sacerdote ya era sano. Tanto así que pudo reconocer la fuente de su santidad en aquel hombre que les había enviado al sacerdote sin ceremonia ni aspavientos. Tanto así que rostro a tierra adoró al Dios encarnado a viva voz, rebosante de gratitud, mientras los otros nueve (9) siguieron rumbo al templo. Cómo pudieron ellos resistir a su entusiasmo, euforia y determinación no me lo explico, pero qué bueno que su relato no se perdió en las nieblas de la historia aunque su nombre sí…Mejor aún, porque estando sin nombre puede ser el anónimo, el genérico, el universal.»
Agradezco a Dios por esta maravillosa respuesta, que ciertamente glorifica al Señor a quien sirvo. Muchas bendiciones.
Sin palabras…A Dios sea la gloria
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