Por Samuel Caraballo-López
INTRODUCCIÓN
«Pasé un largo tiempo en la oscuridad de la hipocresía. Solamente Dios pudo hacerme ver mi condición y conducirme a la luz verdadera» – Marie Dentiere
El 31 de octubre de 2022 se conmemoran los 505 años de La Reforma Protestante (1517-2022). La Reforma Protestante, fue principalmente una respuesta, sostenida en las Escrituras y la fe, a las realidades existentes en el siglo XVI. Hombres como Martín Lutero y Martín Bucero en Alemania, Ulrico Zwinglio y Heinrich Bullinger en la Suiza de habla alemana, John Knox, en Escocia, Juan Calvino y Guillaume Farel en Ginebra, Suiza; Conrad Grebel, Baltasar Hubmaier y Menno Simons entre los reformadores radicales (anabaptistas), incendiaron toda Europa con sus propuestas de cambio. No podemos ignorar a Marie Dentiere, una ex-abadesa del Convento Agustino, que representó la perspectiva feminista dentro de la Reforma Protestante.
DESARROLLO
(a) Postulados principales de la Reforma Protestante clásica
Según, el Rvdo. Osvaldo Malavé, en su escrito, «La Reforma Protestantes y la Iglesia Evangélica Unida en un nuevo tiempo» (2006)[1], las doctrinas fundamentales de este movimiento histórico las podemos resumir en cuatro (4), a mencionar:
- Sola Fides, sola Gratia–Nada justifica al ser humano ante Dios excepto la fe, la cual consiste en recibir a Dios cuando El se nos da; esto es, la justificación por la gracia mediante la fe en Jesucristo.
- Sola Scriptura—No hay otra norma de fe y conducta que la Biblia, a la cual todos tienen igual acceso. La Reforma plantea la libertad del ser humano para allegarse a la Biblia y aceptar que existen diversos acercamientos al texto bíblico, que pueden ser histórico, literario, crítico o canónico. La «Sola Scritura» no significa una sola hermeneútica.
- Sacerdocio Universal de todos los creyentes. Todos los cristianos son sacerdotes desde su bautismo. El laico es tan sacerdote como cualquier sacerdote o ministro.
- Ecclesia reformata, sempre reformanda (La Iglesia reformada siempre reformándose). La iglesia de Jesucristo no es algo acabado, sino un proyecto donde el Espíritu de Dios la conduce a nuevos “pastos verdes y aguas cristalinas”. Como comunidad de fe, tenemos la obligación de continuamente evaluar nuestra razón de ser, y revisar nuestra fidelidad al Evangelio tanto en lo personal, como congregación local e iglesia nacional.
Los postulados o doctrinas principales de la Reforma Protestante deben ser el marco de referencia para reflexionar como iglesia frente a los desafíos que nos presenta la sociedad actual. Estos retos van, desde la crítica interna a la iglesia por su la falta de pertinencia, y la externa ante el intento de ciertos sectores de la sociedad civil de invisibilizar toda su gran aportación social. Esta crítica esta sostenida en la creencia fomentada por ciertos grupos, que entienden que la iglesia es una institución anacrónica, que se ha quedado varada en el pasado, sin un proyecto que fomente la transformación en sus propios seguidores y mucho menos de la sociedad en general.
Debemos preguntarnos que veracidad hay en dichas acusaciones, y si fueran ciertas, ¿cuál es el «eslabón» que ha perdido la Iglesia? Para responder a esta pregunta tenemos que hacernos otra pregunta, ¿qué hizo a la Iglesia efectiva en el cumplimiento de la Misión de Cristo en un contexto adversarial como fue en sus principios y posteriormente durante la Reforma Protestante del siglo XVI? Es posible que esta pregunta tenga diversas respuestas, sin embargo, voy a circunscribirme al texto bíblico para reflexionar sobre la misma.
(b) Principios reformadores del texto bíblico
El apóstol Pedro, en su Primera Carta nos expresa lo siguiente:
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amen (1 Pedro 4: 10-11 RV 1995).
De este texto emanan dos (2) principios medulares que están directamente relacionados a la efectividad de la Iglesia en el ejercicio de la misión de Dios.
El primer principio que identificamos es la centralidad de las enseñanzas de la Palabra de Dios en todo lo que proclamamos y practicamos.
Este principio fue medular en la Reforma Protestante. Lutero, durante la Dieta de Worms del 1521, les expresó a sus acusadores lo siguiente:
“A menos que no esté convencido de testimonios de las Escrituras o de razones evidentes – puesto que no confío en el Papa, ni en su Concilio, dado que ellos han errado continuamente y se han contradicho a sí mismos – Me mantengo firme en las Escrituras por mí adoptadas, y mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar ninguna, viendo que no es seguro o justo actuar contra la conciencia. Dios me ayuda. Amén” (Lutero, Dieta de Worms 1521).
Menno Simmons (1536), del ala radical de la Reforma Protestante y fundador del menonismo expresaba la importancia del testimonio de las Sagradas Escrituras en todo el movimiento de la Reforma del siglo XVI, en unas palabras conmovedoras:
Queridos hermanos, declaro que prefiero morir antes que creer o enseñar a mis hermanos una simple palabra concerniente al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo en desacuerdo con el expreso testimonio de la Palabra de Dios, que ha sido tan claramente dado por boca de los profetas, evangelistas y apóstoles. (Menno Simmons en Horsch y Bender, www. elcristianismoprimitivo.com, 1978).
El Apóstol Pedro, establece la forma correcta de ejercer los ministerios de los creyentes, conscientes de que estamos en los últimos tiempos: “Si alguno habla, hable conforme a las Palabras de Dios”. Aquellos que tienen como ministerio la proclamación de las verdades de Dios, sea por la predicación, por enseñanza, por la exhortación o profecía, deben alinear su vida y mensaje a la Palabra que Dios ha revelado. Cuando el Apóstol Pedro se refiere a la Palabra de Dios se está refiriendo a Jesucristo y su Evangelio.
Es triste que en ocasiones nuestros púlpitos y salones de educación cristiana se concentran en discursos superfluos y faltos de contenido y profundidad bíblica y teológica. Los nuevos «predicadores influencers» que llenan nuestros espacios virtuales, en cuyos contenidos está ausente el testimonio de las Sagradas Escrituras, y cuyas diatribas hacen más daño que bien al pueblo de Dios.
El segundo principio es actuar alineados al poder que Dios da, es decir nunca actuar separados de Dios.
En su segunda expresión, el apóstol Pedro, completa lo antes expuesto…»Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da», …Si alguien está ejerciendo su ministerio en el mundo o está impartiendo a la iglesia aquello que Dios le ha dado, tiene que mantenerse dentro de lo establecido por Dios en su palabra. Una peligrosa tentación que debemos vencer es tratar de responder a los intereses de la gente en lugar de ser guiados por el Espíritu de Dios.
Es importante entender que lo qué proporciona transformación y crecimiento a los que están en necesidad no son nuestros talentos per se, sino el poder que brota del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Dios está buscando vasos para la comunicación de la vida en el Espíritu. Esta vida de Cristo, fluye del interior de aquellos en quienes opera la «muerte» de Jesús (2 Corintios 4:10):
Dondequiera que vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo. Pues nosotros, los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo mortal. Así que la muerte actúa en nosotros, y en ustedes la vida (2 Corintios 4: 10-12).
CONCLUSIÓN
Podemos tener los más preciosos dones y ejercerlos de la manera más atractiva y novedosa, sin producir vida en los que están muertos. Solo cuando este poder se manifiesta, la transformación humana se realiza en todas las dimensiones de la vida. El Apóstol Pedro nos dice que este Poder divino es el responsable mediante la fe de protegernos o guardarnos hasta que llegue la plena salvación que se dará en la venida de Cristo (1 Pedro 1: 5).
Martín Lutero expresa las verdades anteriores en su más estimado cántico, Castillo Fuerte es Nuestro Dios:
Castillo fuerte es nuestro Dios,
Defensa y buen escudo.
Con su poder nos librará
En todo trance agudo.
Con furia y con afán
Acósanos satán:
Por armas deja ver
Astucia y gran poder;
Cual él no hay en la tierra.
Nuestro valor es nada aquí,
Con él todo es perdido;
Mas con nosotros luchará
De Dios el escogido.
Es nuestro Rey Jesús,
El que venció en la cruz,
Señor y Salvador,
Y siendo El solo Dios,
El triunfa en la batalla. (Fragmento)
Cuando se sirve en el Poder que Dios da, hacemos posible que lo que la Palabra de Dios dice se haga un resultado permanente y constante en ti y en mí, hasta el día del Señor.
Es importante afirmar que la Palabra del Evangelio y el Poder que Dios da son los recursos con que cuenta la Iglesia para cumplir su misión y responder a las demandas de una sociedad doliente y sin soluciones a los viejos problemas que le aquejan. ¡Feliz Día de la Reforma Protestante!
Notas:
[1] Osvaldo Malavé, «La Reforma Protestante y la Iglesia Evangélica Unida en un Nuevo tiempo», escrito para la Celebración de la Reforma Protestante: Unidos y Unidad en una experiencia Reformadora en Caguas, PR, octubre 2006.