Disciplina con dignidad: el camino de la restauración para un hermano caído.

correccion

Por Samuel Caraballo-López

«Así también, no es la voluntad ante vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños» (Mateo 18: 14)

INTRODUCCIÓN

El texto del 10 de septiembre de 2023, el décimo quinto domingo después de Pentecostés, lo encontramos en Mateo 18: 15-20.  Es un pasaje maravilloso, porque establece el significado de la disciplina con dignidad en la comunidad cristiana, junto a darnos el fundamento para la restauración de los hermanos en medio de la comunidad que llamamos la iglesia de Jesucristo.

«Por tanto, si tu hermano peca, ve, repréndelo estando tú y él solos. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano; pero si no escucha, toma contigo a uno o dos, para que por boca de dos o de tres testigos quede firme toda palabra. Y si los desoye a ellos, dilo a la iglesia; y si desoye a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano» (Mateo 18: 15-17, BTX)

Jesús reconoce la posibilidad de que los discípulos o hermanos [adelphos (gr.)] de la comunidad puedan cometer pecados y faltas de diversas formas y magnitudes.  De hecho el término «adelphos» se utiliza por primera vez en el evangelio de Mateo en este texto. Por lo tanto, la meta de la iglesia es corregir con dignidad todo pecado conocido, y ¨restaurar¨ al ofensor.  En la comunidad cristiana debemos ocuparnos y asumir responsabilidad de la vida espiritual y ética de nuestros hermanos. De hecho, la iniciativa pastoral que nos habla Mateo en los textos de hoy, hay que asumirla, porque el pecado, aunque no puede ser validado dentro de la comunidad de los discípulos, requiere de sabiduría para un manejo efectivo.

Para esto Jesús propone tres (3) pasos sencillos que al aplicarlos sabiamente podría resultar en una gran bendición para las comunidades cristianas. Es bueno aclarar que en esta perícopa bíblica se utiliza una situación hipotética, cuya intención es preventiva, es decir, adelantar, antes que ocurra, el cómo manejar correctamente situaciones disfuncionales, que implican pecados, desvíos o injusticias dentro de  la comunidad de fe.

ESTRATEGIA BÍBLICA PARA EL MANEJO DEL PECADO EN LA IGLESIA

Es necesario establecer algunas condiciones, antes de aplicar estos pasos enseñados por Jesús, que sirvan de marco estructural al modelo correctivo propuesto.  Es importante tener claro que la intención  de la disciplina correctiva es «ganar al hermano» [Mateo 18: 15], porque su desvarío lo aleja de la comunión. Este punto es muy importante al interpretar este pasaje del evangelio de Mateo. Así que el interés primordial está en la búsqueda del bienestar espiritual del ofensor, y no en guardar la «reputación» de la comunidad.

Observe que la intención no es la resolución de conflictos y mucho menos resolver un agravio dentro de la comunidad, sino la restauración de un pecador [Lucas 17: 3]. Ahora bien, para que esto ocurra es necesario la plena confidencialidad en el proceso. Permíteme clarificar las observaciones anteriores que son parte inherente del proceso correctivo que Jesús plantea.

Según Jesús, el fin de todo acercamiento correctivo con el hermano que peca es el ¨ganar al hermano¨, y por lo tanto, los medios a utilizar tienen que afirmar la dignidad humana que el mismo pecado cometido ha lacerado. Así que tanto los medios como los contenidos a ser utilizado en el proceso disciplinario del hermano deben afirmar su dignidad.

No podemos ignorar que en nuestra crianza se utilizó la «vergüenza» como instrumento para corregir las faltas cometidas. Esta realidad nos obliga a estar alerta de nuestra propias acciones. La corrección que Jesús propone, reta al interventor del proceso a tener un tiempo de reflexión e introspección previo a iniciar la empresa disciplinaria y restaurativa. !Mucho ojo!

Cuando intentamos establecer el proceso de corrección que Jesús recomienda, tenemos que estar alerta porque las experiencias pasadas que fueron asimiladas en nuestra estructura mental, producen acciones tácitas que pueden menoscabar la dignidad del penitente, «saboteando» la intención primaria del proceso. Por lo tanto, antes de colaborar con un proceso de corrección y restauración, debemos examinar nuestro repertorio mental  para ver «si hay en mi camino de perversidad», y con la ayuda del Espíritu poder identificarlo y superarlo (Salmo 139: 23-24).

Por tanto, si tu hermano peca, ve, repréndelo estando tu y él solos. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano; (Mateo 18: 15)

Según Jesús, el primer paso en el proceso de corrección con dignidad es cuando el interventor inicia un acercamiento personal (de tú a tú) con el pecador con el propósito que reconozca su falta.  

La palabra griega utilizada en Mateo 18: 15  es elenxon,  que se traduce «repréndelo» en algunas versiones de la Biblia, cuando en realidad lo que significa este término es «hazle ver su falta» o «trata de persuadirlo para que reconozca lo incorrecto de su acción». Tenemos que tener mucho cuidado en esta etapa inicial para que sea efectiva.  No siempre el que se percata del pecado del hermano (o testigo), es el más indicado para hacer el acercamiento inicial, a menos que tenga la suficiente madurez y autoridad espiritual para intervenir.  

Es importante ser totalmente honesto, si la naturaleza y magnitud de la ofensa o del pecado ha causado en el interventor o principal testigo, dolor, coraje y vergüenza profunda, debe buscar un discípulo con mayor madurez y autoridad que pueda manejar dicho proceso. Es medular que el interventor inicial pueda ayudar al ofensor a entender que su pecado le afecta adversamente su bienestar espiritual, y que se requiere un proceso de arrepentimiento por el acto cometido.

El segundo paso del proceso de corrección ocurre siempre y cuando el primer paso no logre su objetivo primario: 

pero si no escucha, toma contigo a uno o dos, para que por boca de dos o de tres testigos quede firma toda palabra. (Mateo 18: 16)

Jesús nos recomienda, como parte de la intención restaurativa, utilizar uno o dos testigos de la comunidad de los discípulos. Aunque no se específica las calificaciones que deban tener estos, y dado que la presencia de los testigos es para respaldar el proceso del iniciador y endosar su gestión con el pecador, pienso que estos testigos deben ser personas de autoridad, sabias y maduras.

Es importante el proceso de reclutamiento de estos testigos.  Su principal labor es ofrecer una fuente de autoridad adicional para lograr la meta inicial del proceso de lograr persuadir al ofensor para que reconozca lo incorrecto de su acción, y lograr su arrepentimiento.

La ley de Moisés establece que para que se pruebe una convicción judicial de un crimen se necesita testimonios múltiples para la convicción:

En cualquier caso de pecado, culpa o delito que se haya cometido, el testimonio de uno solo no bastará contra nadie. Solo por la deposición de dos testigos o tres testigos se podrá fallar una causa (Deut. 19: 15 BHS)

Ahora este principio es reconocido en todo el Nuevo Testamento en diversos contextos (vea Juan 8:17; 2 Cor. 13: 1; I Tim. 5: 19), lo que indica que no es estrictamente judicial. En este segundo paso se mantiene las condiciones anteriores; la confidencialidad del asunto y la intención de que el pecador reconozca su falta. Esta etapa es muy poderosa si los recursos que son allegados al proceso tienen la madurez y la sabiduría para colaborar con el fin que se pretende.

Según mi experiencia, las posibilidades de que la restauración se de en esta segunda etapa es muy alta.  Es importante a su vez que los testigos seleccionados asuman una labor de seguimiento al ofensor u ofensores, para ayudarles a integrar a plenitud el proceso de corrección, y lograr que los afectados alcancen los niveles de madurez y de conciencia a los que Jesucristo les invita.

El tercer y último paso es posible el más difícil y doloroso del proceso de disciplina, porque plantea la posibilidad de no lograr el objetivo de restauración propuesto en los pasos anteriores:

Y si los desoye a ellos, dilo a la iglesia, y si desoye a la iglesia, sea para ti como el gentil y el publicano (Mateo 18: 17)

Solo nos queda una opción, si el pecador u ofensor desoye a los testigos: hay que acudir a la asamblea en pleno de los discípulos. Es la Asamblea de los santos [ekklesia] que ahora intentará hacer que el proceso de corrección restaurativa se realice. El ofensor ahora se enfrenta con la desaprobación de la asamblea de los discípulos. Ahora debía reconocer que la acción pecaminosa no fue solo repudiada por el iniciador del proceso y los dos o tres testigos, sino que ahora el testimonio unificado de la comunidad también la considera igualmente incorrecta.

El texto no habla de la expulsión del hermano ofensor de la comunidad de los discípulos en caso de que rehusara arrepentirse, solo expresa como un consejo para los discípulos, que siendo ellos testigos de tal actitud: «sea para ti como el gentil y el publicano». Es decir, luego de haber hecho los esfuerzos por lograr que el ofensor reconozca su pecado y se arrepienta sin éxito, considéralo fuera de tu círculo de comunión.  Es decir la falta de arrepentimiento del hermano que ha pecado, lo descalifica de la comunión y de compartir la mesa con sus compañeros.

CONCLUSIÓN

Es mi esperanza que jamás tengamos que llegar a la tercera etapa porque sería indicativo de que no se logró el propósito de la disciplina restaurativa. !Muchas bendiciones!

Bibliografía

France, R. T. The Gospel of Matthew. Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdemans Publishing Company, 2007

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